AGENDA EXTERIOR
EL GRAN PERDEDOR
El desenlace de las primarias ha erosionado, y amenaza con hacerlo aún más, el prestigio e influencia del ex presidente.
Escándalo y morbo al acabar la carrera de las primarias en un episodio abierto e ilustrativo de la ferocidad de una pelea que se mantuvo hasta el último segundo y en la que los Clinton –Hillary y Bill- han actuado de manera sesgada. De forma curiosa, el paralelismo entre ellos y los Kirchner resultó notable con la diferencia de que en el primer caso fracasaron y en el segundo retuvieron la Casa Rosada.
La sorpresa del final de las primarias no fue tanto el triunfo de Barack Obama, una victoria largamente presentida desde el momento en que resistió en el supermartes, sino el daño sufrido en la imagen del ex presidente. Soñaba regresar a la Casa Blanca, como primer caballero consorte para instaurar una dinastía, y finalmente fracasó porque, entre otras razones, la sociedad estadounidense no lo aceptó.
Un artículo de Todd Purdum, una de las plumas de fuste de Washington, casado con Dee Dee Myers, la ex portavoz del ex presidente, trazó en la revista Vanity Fair el retrato sombrío de un Bill Clinton corrupto e intrigante, mujeriego sin remedio, rodeado de malas amistades que amasaron fortunas poco transparentes, y narcisista hasta la médula. El retrato, sangrante, ha acabado por hacer trizas la nueva reputación que el ex presidente se forjó tras estallar el caso Lewinsky y acabar su mandato más preocupado por facturas de abogados que del legado de haber sido el único presidente demócrata elegido durante dos mandatos desde Roosevelt. El relato de Purdum, a quien respondió sin piedad el ex presidente calificándole de "baboso", "mierda" y "siniestro", deja sobre la mesa el enigma de si Bill ayudó a Hillary o puso los clavos de su ataúd en su ambición de suceder a George W. Bush.
La cuestión coloca además a Obama ante el reto de cómo ayudar a restañar las heridas en el Partido Demócrata evitando caer a la vez en la madeja de amor y odio de los Clinton, un episodio no cerrado de su vida íntima. Bill fue renuente al comienzo a involucrarse en la campaña de su mujer. El ex corresponsal del diario The New York Times para la Casa Blanca, Purdum, apunta a la versión diferente de que realmente soñaba con su regreso a la Casa Blanca para influir sobre la presidenta y colocar de número dos a un hombre muy próximo a él. ¿Cómo manejará este asunto Obama? Por un lado el afroamericano Bob Jonson –magnate de los medios- defiende la opción de Hillary. Pero Obama no debe olvidar una primera encuesta en la que un 60 por ciento de los votantes rechazan la unión de las dos candidaturas y prefieren a otro demócrata para la vicepresidencia. El gobernador de Nuevo México, Bill Richardson, o los senadores Joseph Biden y Chris Dodd figurarían como candidatos. Richardson y Biden podrían dar a Obama una visión y experiencia internacional.
En estas quinielas aparece también el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, y el ex jefe de la OTAN, Wesley Clark. Pero curiosamente la voz que más va a escuchar Obama es la de Caroline Kennedy. La hija del malogrado JFK puede influir de forma decisiva en la cuestión que más puede robustecer o debilitar al hombre que está a punto de convertir en realidad el sueño de Marthin Luther King.
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