12 junio 2008

CUMBRE FAO: LOS LIDERES MUNDIALES RECONOCIERON QUE ES NECESARIO AUMENTAR LA INVERSION EN AGRICULTURA.

Choque de intereses
Felipe Caicedo / El Tiempo
"NADIE PUEDE entender que cada año se utilicen entre 11.000 y 12.000 millones de dólares en subsidios y políticas proteccionistas que han tenido, como efecto, el desvío de 100 millones de toneladas de cereales para satisfacer la sed de combustible para vehículos". Con estas contundentes palabras, Jacques Diouf, el senegalés que preside la FAO, dio apertura a la conferencia internacional que se convocó para discutir con carácter de urgencia la crisis alimentaria. Se anunciaba de este modo que los biocombustibles serían un tema altamente polémico en la reunión. Pero no sería el único, pues los líderes que concurren a estas reuniones traen consigo su propia agenda de intereses económicos y políticos, los cuales suelen entrar en choque y, en ocasiones, impiden que las cumbres internacionales alcancen consensos que vayan más allá de la retórica. Y lamentablemente, pese a que buena parte de la prensa se apresuró a celebrar sus resultados, la cumbre sobre alimentos fue decepcionante en cuanto a que produjo mucha retórica, pero muy pocos acuerdos prácticos sobre acciones inmediatas y concretas. Tales acuerdos fueron imposibles, por cuanto la colisión de intereses fue muy cruenta.

Acuerdos positivos
Al menos hay aspectos positivos en la declaración que finalmente se produjo. Vistos desde una perspectiva optimista, pueden constituir un punto de partida. Lo primero, y más importante, se reconoce la necesidad de aumentar la inversión en agricultura, y de ayudar a los países en desarrollo a expandir su producción agrícola. Se identificó la necesidad de que el mundo, en su producción alimentaria, resista los cambios climáticos y ambientales. Sobre los biocombustibles, solamente se acordó estudiar sus beneficios y los 'retos' que imponen; se hizo un llamado para diálogos multilaterales y multiestamentarios en tal sentido. Y, finalmente, un objetivo que, a juzgar por las experiencias recientes, no es más que un compromiso de dientes para afuera: esforzarse por una culminación satisfactoria de la Ronda de Doha, la actual ronda de negociaciones de la Organización Mundial de Comercio.

Cortina de humo
El aspecto más lamentable de esta reunión fue la evidente prioridad que muchos países asignan a sus intereses domésticos en esta crisis.
Brasil, que en muchos foros internacionales gusta de presentarse como paladín de los intereses del tercer mundo, defendió los biocombustibles con la mayor ferocidad, cosa que responde al hecho de que Brasil es y será uno de los más grandes productores de estos. En su intervención, el presidente Lula da Silva afirmó que la crítica a los biocombustibles no es más que "una cortina de humo", y que no hay un nexo probado entre estos y el aumento de los precios de los alimentos. En esto, el Presidente de Brasil se opone a muchos analistas que aseguran lo contrario y a la propia FAO, la cual estima que los biocombustibles son responsables en un 30 por ciento de los aumentos de precios. Lula señaló otros factores como el aumento de la demanda, el cambio climático y la especulación. Sin duda la creciente demanda es en parte responsable; el calentamiento global lo es solo en una pequeña proporción, aunque puede aumentar su impacto en el futuro cercano; con la especulación se especula demasiado, pero políticamente. Aunque todo esto sea cierto, desconocer el impacto de los biocombustibles no es una posición razonable.

Una tónica similar mostraron Estados Unidos y la Unión Europea, que como economías desarrolladas sufren muy duramente por los precios del petróleo, y por tanto ven con buenos ojos el desarrollo de alternativas. Estados Unidos, además, es un importante productor de biocombustibles. En 2009, se pronostica, el 33 por ciento de la cosecha de maíz de Estados Unidos irá a la producción de carburantes.

Otro actor en los choques de la cumbre, Argentina, intentó que no se condenaran las restricciones comerciales. Este país viene aplicando prohibiciones de exportar varios productos agrícolas, práctica que surge en respuesta a la crisis de altos precios, pero que no hace más que agravarla.

Ética global
Estas controversias muestran que el problema alimentario mundial tiene una apreciable dimensión ética. Estamos asistiendo a uno de los primeros desafíos que la historia pone a nuestra capacidad de construir y aplicar una ética social global. En primer lugar porque, por alarmante que sea la crisis, esta tiene origen parcialmente en un fenómeno muy positivo: la creciente demanda de alimentos en regiones del mundo que antes sufrían de muy pobre nutrición, y cuya población es muy numerosa. No está nada bien, entonces, que Occidente se alarme porque en Asia cada vez se come mejor, menos aun cuando los niveles de derroche alimentario en el mundo desarrollado, evidentes en la crisis de obesidad en Estados Unidos, pueden ser una dolorosa muestra de inequidad.

Desde el mismo punto de vista es cuestionable la producción de biocombustiles: podría decirse que de este modo se busca satisfacer las necesidades del mundo desarrollado, mientras se mantiene en la pobreza y el hambre a grandes poblaciones. Y si estos dilemas parecen muy agobiantes, ya nos llegarán otros muy similares, relacionados con el calentamiento global y el uso de la energía. Como dijo Gideon Rachman en su columna del Financial Times (junio 2), "cualquier sugerencia de que la vida buena es solo para los occidentales resulta inaceptable".

EL MENÚ DE LA CUMBRE
En la cumbre sobre alimentos de 2002 hubo escándalo pues, mientras se discutía el hambre del mundo, los delegados disfrutaron de un menú que envidiaría el Rey Sol, y de una fina selección de vinos. Para que esto no ocurriera de nuevo, en la cumbre de 2008, en lugar de la langosta y el foie gras de 2002, se sirvió mozzarella con maíz dulce, pasta con calabaza y camarones. Y un solo vino para todos.
POR ANDRÉS MEJÍA VERGNAUD, director del Instituto Libertad y Progreso.

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