Javier Pérez Pellón
El Circo Massimo, lugar de celebración de las espectaculares carreras de cuádrigas donde más de doscientos mil espectadores, tal era la capacidad del circo en el período de su máximo esplendor, apostaban por su favorito y enardecían por su triunfo. Las Termas que el Emperador Caracalla, con sus grandes piscinas cubiertas, de agua caliente, templada y fría, con los más variados aromas traídos de las provincias de Oriente que se mezclaban, sensualmente, con el vapor que de ellas emergían, en un grandioso escenario de edificios de ladrillo y mármol y jardines que parecían los vergeles narrados en Las Mil y una noches. El Teatro Marcello lugar de las representaciones del teatro aúreo de la comedia latina y de las tragedias de Séneca.
El Circo Massimo, lugar de celebración de las espectaculares carreras de cuádrigas donde más de doscientos mil espectadores, tal era la capacidad del circo en el período de su máximo esplendor, apostaban por su favorito y enardecían por su triunfo. Las Termas que el Emperador Caracalla, con sus grandes piscinas cubiertas, de agua caliente, templada y fría, con los más variados aromas traídos de las provincias de Oriente que se mezclaban, sensualmente, con el vapor que de ellas emergían, en un grandioso escenario de edificios de ladrillo y mármol y jardines que parecían los vergeles narrados en Las Mil y una noches. El Teatro Marcello lugar de las representaciones del teatro aúreo de la comedia latina y de las tragedias de Séneca.
El Anfiteatro Flavio, más conocido con el nombre de Coliseo, símbolo, por excelencia de Roma, con sus recuerdos de gladiadores y de la leyenda de las fieras que hacían jirones las carnes de los primeros mártires del Cristianismo. Las laderas del monte Aventino y del Palatino, una de las siete colinas que rodean y cierran el Caput Mundi, el sagrario donde Rómulo trazó el surco de la fundación de Roma y el emperador Augusto edificó su magnífico palacio.
En fin, toda la historia de la cual el Occidente ha aprendido civilización y cultura, ha presenciado, majestuosa y hierática, desde el podio imperial de los césares, la gran kermesse moderna, ruidosa y multicultural, de la cumbre de la FAO, que alza la cuadriculada modernidad de su arquitectura como sede mundial, en la capital de Italia, en medio de las ruinas gloriosas, obeliscos del antiguo Egipto, Arcos de Triunfo, columnas de mármol y estatuas de diosas de las antiguas mitologías griega y romana.
Roma ha vivido blindada por el espacio de estos tres últimos días, con un tráfico caótico, donde conquistar doscientos metros de calzada con el proprio automóvil ha constituído una empresa, a decir poco, heróica.
Los grandes de la tierra, jefes de estado y de gobierno o sus representantes más directos, muchos de ellos acompañados de sus familiares y naturalmente una corte interminable de secretarios, vicesecretarios, personal técnico, guardias del cuerpo.., después de haber sido alojados en los hoteles más lujosos de Roma, se han reunido en sesiones de trabajo, con la obligada pausa de pantagruélicos banquetes, cócteles y suntuosas cenas, para hablar del hambre en el mundo y trazar teorías, que nunca se llevarán a la práctica, para paliar esta desvastante tragedia que afecta, de una manera directa, a más de un cuarto de la población del planeta, con los países africanos colocados en el primer lugar de esta infernal y dramática lista.
Varios jefes de gobierno han tenido reuniones bilaterales para hablar de sus relaciones y problemas comunes y, a veces, con el amargo sabor de algún contencioso, como ha sido el caso de Silvio Berlusconi y J.L.R.Zapatero. Ambos han expresado, en sus declaraciones y en conferencias de prensa, que las relaciones entre España e Italia van viento en popa y que el “roce” entre los dos países sobre el tema de la inmigración no ha sido otra cosa que un malentendido. Zapatero, naturalmente, ha defendido su política en tal materia y la ha presentado, como modelo que debería ser adoptado en toda Europa. Berlusconi ha dicho que cada país es soberano para adoptar las medidas que, a su caso específico y dentro de los márgenes de la ley, más le convenga para atajar el problema del flujo migratorio clandestino y que Italia, al igual que Francia o Alemania, está dispuesta a considerar como delito e inmediata expulsión de su territorio nacional a los inmigrantes sin papeles que les acrediten, incluyendo, si fuera necesario la pena de detención. Algo que, quizás, pueda servir de amenaza y advertencia de peligro para la inmigración clandestina que, posiblemente, eligirá otros países donde la acogida pueda ser más benévola, que es, precisamente, lo que teme Zapatero. De todas formas, detrás y por debajo de esa declaración de amor mutuo, entre Berlusconi y Zapatero, todavía se nota el escozor producido en Italia, por la salida del tiesto de tres miembros del gobierno español, María Teresa Fernández de la Vega, el desilustrado Celestino Corbacho y la jovenzuela Bibiana Aído, brillante ex-Directora de la Agencia Andaluza para el desarrrollo del Flamenco, que han tachado a Italia de xenófoba, racista y discriminatoria con el inmigrante y al jefe del gobierno italiano, Berlusconi, de loco de atar y de precisar de las curas de un psquíatra.
Se ha hablado de los biocarburantes, es decir el tratamiento del grano, sobre todo de maiz y caña de azúcar, para transformarlo en carburante y en otros productos energéticos. Pero no se ha tomado ninguna decisión al respecto ya que el país líder de esta producción es el Brasil. Tampoco, naturalmente, se ha dicho una palabra de las quemas de millones de toneladas de muchos productos agrícolas, que podrían paliar el hambre en otros tantos países asiáticos y africanos, al objeto de mantener los precios de mercado. Por lo visto el saciar el hambre que pueda producir una bajada de consumo de energía en los países industrializados, automóviles… y el mantenimiento de precios “razonables” establecidos por los señores de Wall-Street, es mucho más importante que acabar con la hambruna de los niños de Burkina Faso o del Chad, por más que sus famélicos y consumidos cuerpecillos, plagados de moscas y de llagas, disturben nuestro apetito, diariamente, con sus imágenes en los telediarios, a la hora de comer.
En esta capital blindada, con miles de policías y helicópteros, que han formado, en torno a los grandes de la tierra, discutidores del hambre ajena, un cinturón de seguridad imposible de saltar, se han producido, aprovechando tan propicia ocasión para hacerse notar, toda clase de manifestaciones, más o menos pintorescas. Las escalinatas de la centralísima y bellísima Plaza de España ha sido tapizada de negros crespones, que la comunidad judía de Roma había colocado, en señal de protesta, por la presencia en Roma del presidente, Mahoumud Ahmadinejad, que no deja de predicar la destrucción del Estado de Israel. A este niño malo, y a su compadre, Mugabe, presidente de Zimbabwe, que ha reducido al hambre y a la miseria la antigua y próspera colonia inglesa de Rhodesia, se les ha castigado a no cenar y se les ha negado la invitación a la gran cena que el presidente Berlusconi, como patrono de casa y grande y generos anfitrión, había preparado para regocijo de los estómagos de sus ilustres huéspedes. Un poco de honestidad “de fachada” queda siempre muy bien, sobre todo, como es el caso de Italia, que mantiene óptimas relaciones con Irán en base al comercio con el petróleo y a las compañías italianas de este sector que operan en ese país.
Con el eslógan de “Tenemos hambres de libertad” se ha manifestado la “Asociación de mujeres marroqíes en Italia”.
También se han manifestado los sindicatos que, al menos aquí, justifican su existencia sólo para proclamar huelgas y organizar manifestaciones de protesta.
Se han manifestado los no global y los verdes y los ecologistas que, llegados a Roma de varios países, han dado su nota zarrapastrosa de color a las jornadas de la FAO.
Se rumorea que, a causa del hambre de langosta, los vehículos frigoríficos que atravesaban las calles de Roma, escoltados por la policía y con preferencia de tráfico, contenían, nada menos, que el preciado crustáceo. Que el hambre de langosta no es de menor importancia que la sed o el hambre de la población, obligada al éxodo en misérrimas condiciones, del Darfur.
Pero la retórica facilona de un tercermundismo barato no debe tener lugar en una sede tan seria e importante, donde se discute, a altos niveles planetarios del hambre, de la inmigración, del ahorro energético, del cambio climático y del agujero del ozono. Ya que todo el mundo sabe, en especial los altos cargos mundiales reunídos en Roma en la cumbre de la FAO, que los gastos originados por su estancia de tres días en la capital italiana, desplazamientos, alojamiento, ágapes varios, champagne y langosta, supera, con mucho, al presupuesto anual de varios países africanos. Que para hablar del hambre y de la sed, es decir de la crisis alimentaria que padece una gran parte de la población del planeta Tierra, no existe lugar mejor que sentarse frente a una mesa adobada con Moet&Chandon y langosta al “Thermidor” !!Buen apetito!!
Foto: Fuente externa.
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