17 junio 2009

MUSAVÌ INTENSIFICA LA PRESIÒN SOBRE EL GOBIERNO Y CONVOCA A UNA NUEVA MANIFESTACION,,,

El prolongado desafío de la calle puede provocar un engranaje de violencia El país sufre protestas en ocho ciudades, detenciones y asaltos a residencias universitarias Ahmadineyad, de visita en Rusia, no ha hecho todavía ninguna declaración

17/06/2009 Actualizada a las 23:26h Internacional

Desde el pasado sábado, tras el controvertido escrutinio de las elecciones presidenciales, cada día se organiza una manifestación, o a veces dos, por parte de la oposición y del Gobierno de Mahmud Ahmadineyad. Anoche hubo otra protesta de miles de personas en el norte de Teherán y en algunas estaciones de metro, y fueron asaltadas más residencias universitarias.
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Nadie sabe hasta dónde puede llegar este forcejeo, tan peligroso, en las calles, que ha provocado el mayor problema de orden público al que tiene que enfrentarse el régimen islámico en sus treinta años de vida. Mir Hosein Musavi, el principal líder de este movimiento civil de protesta, ha vuelto a convocar para hoy, a través de su página web, otra demostración pacífica de sus partidarios en la plaza de Hafte-Tir para recordar a las siete víctimas mortales causadas por las acciones represivas de la fuerza antidisturbios y de los temibles milicianos basiji, y expresar su dolor a sus familias.
Musavi ha instado a los manifestantes a que vistan de negro en esta jornada de luto. La oposición desearía que se llevase a cabo una nueva elección, pero el Gobierno sólo se ha referido, hasta ahora, a un parcial recuento de los resultados de ciertos colegios electorales. Mientras estas cotidianas manifestaciones tienen lugar especialmente en el centro de Teherán, en una geografía urbana que ya fue en 1979 el gran escenario de los choques entre revolucionarios y fuerzas militares del sha, o bien en algunos parajes de los barrios del norte, como la plaza de Vanaq, famosa por sus tiendas de moda, por su ambiente liberal y occidentalizado, los barrios del sur y la periferia de la capital, los más populosos, no han sido elegidos en ningún momento como escenarios por la oposición.
El Consejo de Guardianes tenía entre siete y diez días después de las elecciones, como marca la ley y es habitual, para pronunciarse sobre el resultado de los comicios. Pero todo se ha ido abajo. Hay iraníes que no sólo quieren un recuento total sino, pura y simplemente, la celebración de nuevas elecciones. La hija del ayatolá Rafsanyani, uno de los más poderosos políticos y ex presidente, ha instado a los manifestantes a seguir en las calles hasta conseguir sus objetivos. En otras ciudades, como Tabriz –donde nació Musavi–, Shiraz, Isfahán, Rasht, Orumiyeh, Zanjan, Zahedan o Mashhad también se han organizado protestas. Varios periodistas, universitarios, y militantes de la oposición han sido detenidos. Como las manifestaciones tienen lugar en sitios concretos de Teherán, a horas vespertinas, no ha sido perturbada la vida diaria de esta ciudad de doce millones de habitantes, aunque en algunos barrios, establecimientos comerciales y tiendas han empezado a cerrar a las dos de la tarde. Ante la continuación de estas manifestaciones, el guía supremo Ali Jamenei ha vuelto a instar a la calma, tras haberse entrevistado con delegados de Ahmadineyad y de los otros tres candidatos.
Musavi pertenece, como los restantes políticos enfrentados en las recientes elecciones, a la misma élite fundadora del régimen islámico, como Rafsanyani y Jatami. Revolucionario de primera hora, islamista convencido, gozó de la protección del ayatolá Jomeini y fue primer ministro durante los años de la guerra con Iraq, entre 1980 y 1988, en la que se ganó entre sus compatriotas fama de hombre cabal y honrado por su buena gestión económica. Aunque haya criticado a Ahmadineyad por su política económica, por las exacerbación de sus relaciones con Estados Unidos y con Occidente, ha dejado bien claro que nunca renunciará al derecho a desarrollar la energía nuclear iraní, y ha insistido, una y otravez, en que su acción de gobierno se llevaría a cabo en el ámbito de la república islámica.Ninguno de los jefes de los grupos de oposición ha declarado que pretenda cambiar el régimen, como tampoco lo hizo el presidente Jatami durante sus dos mandatos reformistas. Muy pocos de los manifestantes de la oposición con los que pude hablar en las calles de Teherán aspiraban a un cambio de de régimen. Lo que quieren es una evolución de la república islámica.
Pero este prolongado desafío de la calle puede provocar un engranaje de violencia. Mahmud Ahmadineyad, que continúa imperturbable su visita a Rusia, no ha hecho todavía ninguna declaración. El divorcio de la sociedad iraní es nítido. Hay una sociedad juvenil –dos tercios de los 72,2 millones de habitantes– frustrada que aspira a una vida más libre y relajada, y un Estado anquilosado y esquizofrénico en el que el poder en última instancia está en manos del guía Ali Jamenei y no del presidente.En este ambiente caldeado se produjo ayer una nueva respuesta oficial de Teherán a las reacciones de Occidente. El embajador suizo, que representa los intereses de Estados Unidos, fue convocado a escuchar la queja del Gobierno iraní. Un portavoz del Departamento de Estado negó más tarde que Washington esté interfiriendo en los asuntos de Irán. Al contrario, comentó: EE.UU. se está conteniendo a la hora de juzgar la limpieza de las elecciones del pasado día 12.

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