Para Barack Obama, el aumento de la desocupación será la prueba más difícil que deba enfrentar frente a un electorado que lo eligió con la ilusión de un cambio.
El presidente Barack Obama, por formación y elección, no es un hombre de Wall Street. Por eso, ayer, en el discurso que ofreció para evaluar la marcha de la economía, lo más importante fue lo que dijo a “Main Street”, como conocen en Estados Unidos al “hombre de a pie”, al ciudadano común, ese individuo que posiblemente ya está sin empleo y con una hipoteca impagable.
Obama, lejos de los discursos más optimistas de Ben Bernanke y de las señales inestables que deja a diario la Bolsa, advirtió a los estadounidenses que todavía había mucho sacrificio por enfrentar. Y mencionó centralmente el proceso que deben enfrentar las automotrices y AIG.
Esto implica que la Casa Blanca ya sentenció la suerte de GM y Chrysler, las que en el mejor de los casos podrían acogerse al capítulo 11 de la ley de quiebras para avanzar hacia una reestructuración ordenada y, en el peor, tener que asumir el capitulo 7 para terminar en una liquidación.
Obama ve venir esos posibles escenarios que traerán inevitablemente un aumento de la desocupación próximo a los dos dígitos.
Paralelamente a ello, el presidente y su equipo ya tienen una información clave que no saldrá al mercado hasta finales de mes, pero sobre la cual ya comenzaron a correr trascendidos. Se trata del resultado de las pruebas de estrés a las que fueron sometidas 19 entidades bancarias.
Según advierte en un último análisis difundido por la prensa internacional esta semana, el economista Nouriel Roubini considera “que la grave crisis económica que sufre la primera potencia mundial supera al peor escenario que contemplaba el stress test del Tesoro y la Agencia de Garantía de Depósitos (FDIC)”.
“El escenario base que emplea el gobierno ya no sirve como referencia. Es el escenario más adverso el que debe servir de base para evaluar la insolvencia real de las entidades a la vista del creciente deterioro económico que sufre el país”, afirma Roubini.
En efecto, la tasa de desempleo en EE.UU ascendió al 8,1% en el primer trimestre y, el escenario base más adverso sobre el cual se plantearon las pruebas de rendimiento de los bancos contemplaba una tasa del 7,9%.
El problema es que la mayoría de analistas coinciden en que el desempleo seguirá creciendo a lo largo del año, y se prevé que supere el 10% e, incluso, el 11% a finales de 2009. De hecho, este dato superaría el desempleo que contempla el peor escenario del FDIC para 2010 (10,5%).
Si a este panorama se suma el hecho de que algunas víctimas de los errores cometidos por los bancos comenzaron una andanada de demandas -Citi recibió las primeras en masa, en España-, la situación de recuperación del sistema financiero no se percibe nada cercana.
Así las cosas es probable que en Estados Unidos comience a percibirse una brecha cada vez más profunda entre Wall Street y Main Street.
Puede que el Dow Jones tenga sus jornadas de festejos, navegando apenas por encima de los 8.000 puntos, pero eso nada dice del curso de la recesión, de la verdadera situación del crédito, del estrés que empezaron a sufrir las cuentas fiscales de los Estados Unidos y del fantasma inflacionario que duerme agazapado en los fondos de las oficinas de la Reserva Federal (FED).
Obama está claro: hace más empatía con Main Street que con Wall Street, por ello ayer su rostro de preocupación decía más que las elegidas palabras con las que trató de bajar a tierra a los adictos al volátil optimismo de la Gran Manzana.
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