Por Margarita Vidal
El ex canciller Guillermo Fernández de Soto sostiene que en la medida en que Colombia sea un obstáculo para el proyecto expansionista de Chávez será muy difícil mejorar las relaciones entre los dos países.
Huérfano de padre desde los 2 años, Guillermo Fernández de Soto fue un precoz trabajador que a los 19 era ya asesor de Carlos Albán Holguín en la Alcaldía de Bogotá. Abogado y Economista javeriano, se especializó en Relaciones Internacionales en la Universidad de Georgetown y en Manejo de Conflictos en Harvard. Hizo parte del comité asesor de la Comisión Sábato, se especializó en la lucha por los Derechos Humanos, el proceso de paz en Centroamérica, las relaciones con Venezuela y el proceso de Contadora.
Conoció la derrota política al lado de su amigo Rodrigo Lloreda, uno de los hombres más brillantes de su generación y cuya temprana desaparición representó una gran pérdida para el país. Posteriormente dirigió la campaña que llevó a Andrés Pastrana al poder y como Canciller fue el gran estratega del gobierno y el amigo irreductible del presidente. Decían en la época que su famosa ‘diplomacia callada’ y su serena ecuanimidad le permitieron a la controvertida administración conservadora sortear momentos muy difíciles y no dejarse ensartar en la “alambrada de garantías hostiles” en que se habían convertido las fronteras.
Ya desde entonces, un inevitable Chávez deslenguado, omnipresente y camorrero mantenía al rojo las relaciones con Colombia.
¿Cómo analiza el peligroso ‘crescendo’ de la crisis con Venezuela?
Más que el tono desobligante de Chávez con Colombia y con el Presidente, hay una profunda discrepancia ideológica sobre cómo entendemos la democracia y, por supuesto, en la medida en que seamos un obstáculo para su proyecto expansionista, será muy difícil mejorar las relaciones.
Pero hay que entender que las fronteras no las vamos a cambiar y que tenemos que administrar las dificultades de esa gran franja, donde hay una dinámica de comercio y de vida común, formidable. Otro aspecto es que en Venezuela hay racionamiento de alimentos, agua y luz, lo que demuestra cómo se ha debilitado su infraestructura; hay guerra comercial contra Colombia, alianzas extracontinentales que eran ajenas a la idiosincrasia de nuestra región y ahora, lamentablemente, incidentes fronterizos, con muertos de por medio.
Creo que el próximo paso de Venezuela será el cierre definitivo de la frontera. Es una dinámica que ha venido tomando velocidad y que será muy difícil de parar.
¿Hasta qué punto es justificada la alarma nacional por los incidentes en la frontera?
Es la primera vez que siento que una situación de deterioro político con Venezuela va mas allá de la simple retórica del presidente Chávez. Creo que la prudencia con que aquí se ha manejado la situación tan explosiva, ha sido muy sensata, pero Colombia va a tener que pensar seriamente en controlar unilateralmente la frontera. Los mecanismos de cooperación con Venezuela no funcionan desde hace nueve años: ni la cooperación militar –especialmente la Comisión Bilateral Fronteriza- ni los mecanismos creados para la cooperación de las Fuerzas Armadas y la Policía en materia de información e inteligencia. Esa ausencia de cooperación la llena la criminalidad. En esa frontera está pasando de todo y Venezuela no quiere contenerlo porque forma parte de su estrategia. Vamos a tener que acudir a instancias internacionales para establecer un monitoreo permanente de la zona y evitar que un día de estos se produzca un incidente de consecuencias desastrosas.
A Colombia le llegó el momento de anticiparse a una situación que puede ser explosiva para la estabilidad regional. La impresión que uno tiene es que el presidente Chávez lo que está buscando es desestabilizar e influir perniciosamente en el proceso electoral colombiano y eso no se puede aceptar.
Como Canciller del gobierno Pastrana a usted le tocó componer varios entuertos en largas reuniones con Chávez, como dice en su libro ‘La ilusión posible’. ¿Cómo registra la evolución del presidente venezolano?
Sus intenciones expansionistas eran claras y evidentes sus vinculaciones con el ELN y las Farc. Recuerde que pretendía reconocerles beligerancia en la mitad del proceso de paz. El presidente Chávez en ese momento no tenía la fuente de financiación del petróleo, que le ha permitido hacer y deshacer en Venezuela y en la región. El Chávez de hoy es un Chávez arrogante, que ha demostrado que tiene una ideología y una concepción de la democracia distintas a la nuestra y a las de otros países de la región, y que necesita enemigos porque su mente estalinista lo obliga a ello. Primero fue Bush, luego Uribe, ya empezó con Obama y seguirá con todo aquel que piense que quiere detenerlo en su supuesta revolución ‘bolivariana’.
¿Por qué se deja a Chávez hacer y deshacer lo que quiere en la región?
Lamentablemente ha habido temor -por no decir cobardía- en muchos países, de llamar las cosas por su nombre. Lo más reciente fue la intervención abusiva e indebida de Chávez en la crisis de Honduras. Él es el verdadero responsable de lo que pasó y sigue pasando allí. También les ha faltado coraje a muchos gobiernos que no comparten su ideología para obligarlo, a través de organismos internacionales, a aceptar y respetar las reglas de juego del sistema interamericano, que él pretende desconocer.
Chávez juega a romper la institucionalidad jurídica interamericana, como pasó en el foro de Unasur. Creo que la Carta Democrática Interamericana se quedó corta en mecanismos para preservar la democracia y hemos caído en una especie de ‘trampa de la inocencia’: creer que los gobernantes elegidos mediante procesos electorales representan una auténtica democracia. ‘Democracias electorales -como lo acaba de señalar el Comité Jurídico Interamericano- no garantizan una auténtica democracia’. Arropados en la excusa de las elecciones, no nos hemos atrevido a denunciar la falta de garantías para los ciudadanos, ni cómo los medios y la libertad de expresión se afectan, cómo la seguridad jurídica está debilitada, cómo la inversión extranjera sufre. Ha habido debilidad tanto de países del hemisferio como de Europa, especialmente, en hacer claridad sobre lo que está ocurriendo en Venezuela.
¿El proyecto expansionista de Chávez contempla permear ideológicamente otros países del continente y obtener apoyo armado de las Farc en Colombia?
Él parte del supuesto equivocado de que las Farc pueden convertirse en Colombia en el brazo armado de su expansionismo y yo creo que si algo ha logrado el presidente Uribe ha sido consolidar la institucionalidad democrática en nuestro país y aumentar la presencia del Estado. Pero Chávez quiere la implantación de un modelo de desarrollo sobre bases ideológicas distintas. Con una falsa interpretación de Bolívar, lo que desea es expandir su modelo de desarrollo socialista, marxista y tratar de ganar un liderazgo regional y mundial. Dios no quiera que dentro de su proyecto esté también modificar fronteras. Me pareció supremamente grave que se atreviera a amenazar con mandar fuerzas armadas venezolanas a Honduras.
“Chávez lo que busca es desestabilizar e influir perniciosamente en el proceso electoral colombiano y eso no se puede aceptar”. "Con la experiencia de haber vivido situaciones (de confrontación) similares en Centroamérica, urge un llamado de alerta para que se tomen medidas y decisiones preventivas y después no tengamos situaciones que lamentar". "Chávez ha logrado romper el balance militar y político en la región”. "El acuerdo ya está firmado y lo que se requiere ahora es que se ejecute con prudencia y se administre bien por parte de Colombia y de los Estados Unidos, dentro de los límites pactados".
“Chávez lo que busca es desestabilizar e influir perniciosamente en el proceso electoral colombiano y eso no se puede aceptar”. "Con la experiencia de haber vivido situaciones (de confrontación) similares en Centroamérica, urge un llamado de alerta para que se tomen medidas y decisiones preventivas y después no tengamos situaciones que lamentar". "Chávez ha logrado romper el balance militar y político en la región”. "El acuerdo ya está firmado y lo que se requiere ahora es que se ejecute con prudencia y se administre bien por parte de Colombia y de los Estados Unidos, dentro de los límites pactados".
Guillermo Fernández De Soto, ex canciller colombiano.
Eso es abusivo como también lo es que, en un hecho sin precedentes, se hayan producido ejercicios marítimos con la flota rusa en el Caribe. Todo eso forma parte de un proyecto que busca desestabilizar a los vecinos y tratar de fortalecer su modelo ideológico de desarrollo. Es enorme la asimetría que en materia de armamento tenemos con Venezuela. En caso de una impensable pero no descartable confrontación bélica, ¿qué le pasaría a Colombia? Yo creo que Chávez ha logrado romper el balance militar y político en la región, gracias a los recursos del petróleo y por supuesto al juego de equilibrios de poder de países que desean tener presencia en la región, como es el caso de Irán, Rusia y China, a quienes Chávez invita a que tengan presencia en el área militar, lo cual rompe la filosofía de los principios de la seguridad hemisférica, que está en seria crisis.
Personalmente no creo que un conflicto bélico -Dios nos proteja- se vaya a dar pero, más que una guerra convencional, lo que Colombia tiene que evitar, a través de monitoreo unilateral de nuestra frontera con presencia internacional, son operaciones que los expertos militares llaman ‘quirúrgicas’; operaciones aéreas que pueden afectar centros vitales de la economía colombiana. Eso sería muy grave y tendría unas consecuencias desastrosas.
¿Esa pasividad de los gobiernos que usted menciona, podría deberse a que, en general no se toma con seriedad a Chávez sino que se le considera un tipo folclórico, bocón y grosero?
A mí me sorprende que algunos altos funcionarios de esos gobiernos toman a Chávez un poco en broma, cuando hoy ya el problema no es simplemente de tono. Hay que tomarlo muy en serio porque ha ido escalando un gran nivel de agresión contra Colombia y su ausencia de cooperación en todos los órdenes demuestra intenciones que van más allá de la retórica. La mejora de la crisis con Ecuador, gracias a la gestión diplomática de los dos cancilleres, ¿indicaría que Correa no pertenece tanto como se cree, a la órbita chavista? Creo que el presidente Correa es mucho más pragmático que el presidente Chávez. Fue muy lamentable el suceso de Angostura. Por supuesto no puede formar parte de la filosofía colombiana en materia de seguridad, convertir ese tipo de acciones en parte de su doctrina.
Sería tremendamente equivocado. Pero el manejo con Ecuador demuestra la importancia de tener paciencia y de labrar con cuidado una hoja de ruta para el restablecimiento y normalización de las relaciones. Es un estupendo ejemplo de cómo, cuando hay buena voluntad, se puede restablecer la confianza y de cómo la presencia internacional, como han sido en este caso el Centro Carter y la OEA, con discreción y auténtica neutralidad, puede aportar a un proceso que parecía muy difícil de solucionar. Yo creo que en esto hay que hacer actos de contrición. Colombia tiene que entender que Ecuador tiene una concepción distinta a la nuestra sobre la seguridad en la frontera y que la única manera de compatibilizar estas concepciones es mediante la cooperación, como ha establecido la Comisión de Asuntos Sensibles. A su vez, creo que Ecuador está empezando a entender que la presencia en su territorio de grupos al margen de la ley, lo único que hace es crear problemas y generar motivos de confrontación y distanciamiento. A pesar de la tesis que argumentó Colombia sobre defensa preventiva, la realidad es que con la operación contra Reyes, violamos la soberanía ecuatoriana.
¿Cómo califica ese episodio, a la luz de su experiencia como canciller?
Pienso que hay que mirar hacia el futuro. Lo que pasó, pasó y ya sabemos los efectos que eso puede tener no solamente desde el punto de vista bilateral con un vecino, sino desde el punto de vista de la posición de Colombia en el hemisferio. En la OEA, hay que decirlo con franqueza, Colombia no encontró solidaridad. No porque no se crea en la amenaza de la subversión contra la seguridad del estado colombiano, sino porque cada país defiende sus intereses nacionales y hay disímiles problemas fronterizos entre las naciones.
Pero la experiencia indica que Colombia no puede volver a repetir el uso de este tipo de procedimientos, porque va contra los principios del derecho internacional. Hay que neutralizar el concepto que uno oye sobre la utilización de la ‘legítima defensa’ para manejar ese tipo de situaciones. Lo que se requiere es tener aliados, establecer mecanismos en las fronteras y hablar con claridad y transparencia, sin diplomacia de micrófono. Se han cometido enormes errores en el manejo de la política internacional y parece que sólo ahora, a la luz de las graves consecuencias, se está utilizando la diplomacia como debe ser...
Colombia tiene que redimensionar su política exterior, pensar que el mundo cambió y que los efectos de la globalización en el campo político, comercial, tecnológico y financiero tienen una dinámica imparable. Es importantísimo que aquí se tenga conciencia de que nuestra inserción en el mundo no puede darse sobre la base de alianzas exclusivas, sino mirar el conjunto, el universo. Es lo que yo he llamado el réspice omnia. Creo que el gobierno por fin ha entendido eso y está haciendo acuerdos importantes con Europa, ha diversificado sus relaciones comerciales y está haciendo esfuerzos importantes en el Pacífico. Algunos países piden y hasta exigen que Colombia renuncie a la cooperación con los Estados Unidos.
Eso es ingenuo y utópico. Para bien o para mal, desde que se estableció el Plan Colombia, Estados Unidos ha sido nuestro aliado primero en la lucha contra el narcotráfico y después contra el terrorismo; eso fue lo que cambió la naturaleza del conflicto en Colombia. Es ingenuo pensar que Estados Unidos renuncie a cooperar en un conflicto que también afecta sus intereses nacionales. Gústenos o no, después del 11 de septiembre el papel de los Estados Unidos como gendarme de la seguridad global, estará presente. En la mayoría de los países del cono sur cayó como una bomba el acuerdo militar con Estados Unidos y eso impidió que hubiera habido mayor comprensión hacia Colombia en la reunión de Unasur.
Creo que la equivocación –si hubo alguna- fue no haberse anticipado con diplomacia previa, a la discusión pública del acuerdo. Así lo hicimos con el presidente Pastrana con el Plan Colombia. Trajimos a todos los presidentes andinos a Cartagena, les mandamos comisiones para explicarles en qué consistía, incluido el presidente Chávez. Creo, y lo digo con todo respeto, que tanto el gobierno de Colombia como el de EE.UU. se equivocaron. Cuando el presidente Chávez empezó a usar el argumento de las bases militares, que no son bases militares sino de cooperación militar, estaba expresando una preocupación real, porque el acuerdo le va a permitir a Colombia conocer en tiempo real qué es lo que está pasando en la frontera y eso revelará su falta de cooperación en la lucha contra el narcotráfico. Veo que usted sigue utilizando el lenguaje diplomático de su época de canciller: medido, pensado y cuidadoso. Lo que ocurre es que son temas muy sensibles para la seguridad del país. Colombia tiene todavía un camino que recorrer en materia de seguridad. Le puedo afirmar que sin proceso de paz de Pastrana no hubiera sido posible lograr el apoyo bipartidista en el Congreso de los Estados Unidos para apoyar el Plan Colombia, como nos lo dijo desde el principio el presidente Clinton. Sin Plan Colombia no hubiera sido posible la Seguridad Democrática y sin Seguridad Democrática el presidente Uribe no tendría los niveles de aceptación que tiene hoy.
Esto hay que mirarlo con sentido patriótico, que es un poco lo que se ha perdido en nuestro país. Lamentablemente estamos usando los temas de la política exterior para dirimir controversias políticas nacionales. Pienso que la política exterior es el principal problema que tiene la política interna colombiana, por la relación que hay entre la agenda global del mundo y nuestros propios problemas. Pero dejémoslo ahí. El uso, por quien sea, de la política exterior con fines de política interna es mala para la defensa de los intereses nacionales. Estuvo varios años como representante de Colombia ante la Corte Penal de La Haya. ¿Cuál es realmente el alcance de la Corte en su jurisdicción sobre Colombia? Hay mucha especulación alrededor de la CPI y, lamentablemente, mucha utilización política. La Corte está al lado de los estados que quieren luchar contra la impunidad y que quieren hacer prevalecer la justicia en el mundo. No se puede mirar a la Corte como si estuviera del otro lado de la mesa de los estados. Lo segundo es que la Corte cumple una tarea complementaria y no actúa en paralelo a la justicia de los países. Opera para los delitos en los que le dio competencia el Estatuto de Roma y cuando se cumplen unos prerrequisitos establecidos para la admisibilidad de una denuncia.
No es -como están diciendo aquí- que como se acabó la reserva sobre los crímenes de guerra, ahora sí la Corte va a venir a investigar los falsos positivos, el espionaje del DAS, etc. La CPI tiene claramente definidas sus competencias y no se puede pronunciar sino sobre los crímenes de lesa humanidad, el crimen de genocidio, de agresión, que no está definido en el Derecho Internacional y crímenes de guerra. La CPI coadyuva a que Colombia entienda que una democracia sin respeto a los derechos humanos no es democracia y que eso pasa no solamente por las responsabilidades del estado, si no también por la responsabilidad individual.
¿Cuál es el alcance de eso?
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