12 enero 2010

EL DETONANTE DE UN GENOCIDIO....

Niños ruandeses imploran a soldados de Zaire (actual República Democrática de Congo) que les dejen cruzar la frontera para reunirse con sus madres, que pasaron instantes antes, en agosto de 1994.- AP


REPORTAJE

Una comisión independiente concluye que los radicales hutus asesinaron al presidente ruandés para forzar la guerra
LALI CAMBRA - Ciudad del Cabo - 12/01/2010

Fueron los extremistas hutus quienes, el 6 de abril de 1994, asesinaron al entonces presidente ruandés, Juvenal Habyarimana, de su misma etnia, al derribar el avión en el que viajaba. Ésta es la conclusión de la investigación llevada a cabo por una comisión de expertos independiente sobre el suceso que detonó el dramático genocidio ruandés, en el que perecieron unos 800.000 tutsis y hutus moderados en apenas 100 días. Los radicales hutus querían abortar el proceso de paz con la guerrilla tutsi que Habyarimana estaba negociando bajo presión de la comunidad internacional.

Los hutus culparon del magnicidio a los tutsis y justificaron así la matanza
El ataque al avión en el que viajaba el presidente fue planeado durante meses por sus propios hombres, militares hutus descontentos con ese proceso, que suponía la constitución de un Gobierno de unidad nacional y la incorporación del tutsi Frente Patriótico de Ruanda (RPF) al Ejército.

El informe del comité independiente de expertos -presidido por un juez de la Corte Suprema de Ruanda y en el que se integran especialistas en defensa de la Universidad de Cranfield de Reino Unido- concluye que el atentado, en el que también falleció el presidente de Burundi, Cyprian Ntaryamira, fue presentado como obra del RPF y sirvió de excusa para iniciar el genocidio. Entre los responsables, el informe señala al coronel Theoneste Bagosora, condenado a cadena perpetua en 2008 por el Tribunal Penal Internacional de Ruanda (TPIR).
Quince años después de los hechos, los investigadores se han basado en las escasas pruebas físicas ofrecidas por el aparato y en declaraciones de 600 testigos, miembros de la guardia presidencial y del contingente de paz de Naciones Unidas, así como en los testimonios de los imputados por genocidio, detenidos en Tanzania por el TPIR. De forma inequívoca concluyen que el aparato fue derribado por dos misiles lanzados "desde el campo militar Kanombe en la capital, Kigali, bajo control del Ejército ruandés".

El informe no se limita a los aspectos técnicos del atentado, sino que describe la radicalización de hutus extremistas (en torno a la ideología xenófoba de Hutu Power) y el progresivo aislamiento del presidente Habyarimana, visto por éstos como un traidor, pese a que firmó el acuerdo de paz a desgana, presionado por la comunidad internacional.

Así, se recoge que el plan de asesinar al presidente fue ideado con mucha antelación y alude, a modo de ejemplo, que el 3 de abril, tres días antes del suceso, la Radiotelevisión Libre de las Mil Colinas, órgano propagandista de Hutu Power, "anunció un ataque fatal en Kigali entre el 3 y el 8 de abril".

Hasta el personal del avión conocía la posibilidad de un atentado y no escondía su miedo a volar con el dirigente hutu. No fueron pocos los líderes políticos que advirtieron a Habyarimana de que se iba a atentar contra su persona e incluso el presidente de Zaire (ahora República Democrática de Congo), Mobutu Sese Seko, le recomendó no acudir a Dar es Salaam. Fue precisamente de regreso de la reunión en la capital tanzana, donde se firmó la integración de los rebeldes tutsis en las Fuerzas Armadas de Ruanda con efecto inmediato, cuando se produjo el atentado.

El informe sirve al Gobierno de Ruanda, presidido por el que fuera líder del Frente Patriótico (RPF), Paul Kagame, para desacreditar las conclusiones de la investigación de la justicia francesa sobre el suceso. En 2006, el juez Jean-Louis Bruguière señaló a Kagame como el principal instigador del ataque, algo que el presidente siempre ha negado.
La acusación del juez acabó por romper las ya tensas relaciones entre la Ruanda posgenocidio y Francia, a la que el país africano acusa de haber armado a los hutus y de haber propiciado el genocidio con colaboración militar, entrenamiento y material. El informe ahonda en la cuestión al incidir en la tarea obstaculizadora francesa en la investigación inmediata del atentado.

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