JOSÉ MARÍA CARRASCAL
LA publicidad socialista, siempre muy superior a la del PP, ha lanzado el eslogan de «Zapatero, el Obama blanco» para aprovechar el tirón de éste. Imagino que de ir Hillary por delante en las encuestas, le buscarían semejanzas con ella. En cualquier caso, el símil con Obama no puede estar más lejos de la realidad. A día de hoy, Obama y Zapatero se parecen lo que un huevo a una castaña, y dejo a su gusto elegir quién es el huevo y quién la castaña. El mensaje de Obama es unir a todos los norteamericanos para solucionar los grandes problemas de su país, y nunca se le ocurriría firmar un pacto con quienes no quieren pertenecer al mismo para aislar al otro gran partido nacional. Al revés, busca el encuentro con él y no ha tenido inconveniente en alabar a Reagan. ¿Se imaginan ustedes a Zapatero alabando a Aznar?
A quien realmente se parece Zapatero es a Bush. Ya sé que tal afirmación hará alzarse algunas cejas hasta formar el famoso acento circunflejo, pero antes de escandalizarse, escuchen lo siguiente: ambos son, políticamente hablando, extremistas. Bush es un radical de derechas, cosa que no niega, Zapatero, uno de izquierdas, cosa que niega, pero que sus hechos -desde el desenterrar los muertos de la guerra civil a su antinorteamericanismo visceral- avalan.
La tendencia a confundir deseos con realidades es otro de los rasgos que comparten. Bush se empeñó en que la forma de acabar con el terrorismo islámico era invadir Irak, y sigue sosteniéndolo sin importarle que ese terrorismo se haya hecho endémico en aquel país. Por su parte, Zapatero se empeñó en que la paz del País Vasco se conseguiría negociando con ETA, y sólo cuando ésta le puso unos cuantos muertos sobre la mesa se cayó del guindo. Aún así, sigue sin decir que no volverá a negociar con ella. Puede que se deba a que ambos se sienten investidos de una misión histórica. Bush se ve como el hombre destinado a llevar la democracia al mundo musulmán y no ha ahorrado vidas ni dinero para conseguirlo. Mientras Zapatero parece sentirse llamado a impedir que la derecha, causante según él de todos los males de nuestro país, vuelva a gobernar. Sólo así logrará la refundación de España sobre bases más sólidas. Lo paradójico es que, para conseguirlo, se alía con los que quieren trocearla.
Como consecuencia, Bush se ha convertido en «the great divider», como le ha llamando el New York Times, en el gran separador del pueblo norteamericano. Mientras Obama emerge como el gran unificador, lo que es la principal razón del sorprendente éxito que tiene entre sus conciudadanos. En cualquier caso, entre él y Zapatero, otro «great divider» durante su primer mandato, no existe la más mínima semejanza. Otra cosa es que decida cambiar en el segundo, como insinúa. Lo veremos el día 9, en su discurso de investidura. Aunque, como Santo Tomás, tendremos no sólo que verlo, sino también que palparlo para creerlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario