Los que la conocen ven a la ex rehén como candidata presidencial en 2010
PILAR LOZANO - Bogotá - 06/07/2008
Lúcida; como si en los seis largos años que estuvo cautiva hubiera ensayado respuestas para todas las preguntas. Así regresó el pasado miércoles a la libertad la ex candidata presidencial y ciudadana franco-colombiana Ingrid Betancourt. Fue uno de los 15 rehenes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que volvieron a la vida tras un impecable operativo del Ejército colombiano.
"Soy una soñadora; eso no se me quitó", ha declarado Betancourt
"Ingrid vino con toda su agenda política", dice un ex alcalde de Bogotá
El ministro que dirigió el rescate podría ser su rival en las urnas
Ingrid, doctorada en Ciencias Políticas en París, no se avergonzaba al decir que "la mano de la Virgen" estuvo allí para lograr el "milagro" de su libertad. Igual que tantísimos rehenes, ella se aferró a Dios como tabla salvadora. Pero junto a la Ingrid casi mística, volvió la rebelde; la que prometía a sus electores acabar con los privilegios que gozan unos pocos en este país; la misma que se llevaron las FARC el 23 de febrero de 2002 cuando trataba de adentrarse -en medio de voces que le advertían el alto riesgo- en la zona donde días antes había terminado el último intento de paz con esta guerrilla comunista.
Fue secuestrada junto a su amiga Clara Rojas, su mano derecha en la campaña política. Tenía 40 años y pocas opciones de ganar; contaba apenas con un 24% de apoyo; otro candidato aún con menos seguidores, Álvaro Uribe, triunfó con su compromiso de derrotar a la insurgencia.
Hoy, en las encuestas, sólo él la aventaja en popularidad. Uribe ha ascendido hasta un 91% en los últimos sondeos; ella está 20 puntos abajo. Su entereza para afrontar la brutalidad la convirtieron en el símbolo del horror del secuestro. Quienes compartieron con ella esta pesadilla hablan de su dignidad ante los que a diario trataban de ultrajarla. Intentó fugarse cuatro veces; no le importaba el castigo: 24 horas con cadenas al cuello, meses enteros. En todos estos años dejó muchas huellas de su entereza.
Antes de conocer que iba a ser liberada, pensando como todos que iban rumbo a otro campamento, Ingrid subió al helicóptero con la cabeza agachada. Así había aparecido también en el último vídeo de supervivencia, en octubre pasado: cabizbaja, muda, extremadamente delgada, con la piel pegada a los huesos. Con esta desgarradora imagen llegó también la carta, escrita a su madre, cargada de ternura, coraje y dignidad. Conmovió al mundo entero: "Aquí la vida no es vida sino un desperdicio lúgubre de tiempo".
Raúl Reyes, el número dos de las FARC muerto en Ecuador el pasado marzo, había escrito sobre Ingrid en una misiva dirigida a la cúpula de la guerrilla: "Hasta donde conozco, esta señora es de temperamento volcánico, es grosera y provocadora con los guerrilleros encargados de cuidarla. Además, como sabe de imagen y semiología, las utiliza en impactar en contra de las FARC".
En Colombia flota en el aire la idea de que Ingrid se presentará a las elecciones presidenciales de 2010. Poco importa que haya afirmado: "Hablar de presidencia, por ahora, suena algo muy lejano para mí". Algunos creen que se convertirá en una rival de peso para un presidente que pareciera soñar con un tercer mandato (aunque la Constitución sólo permite dos); o para el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, de quien la única incógnita por dilucidar es la del día en que anunciará su candidatura. Podría darse el caso de que rescatador y rescatada compitan en las urnas. "Ingrid vino con toda la agenda política. Va a jugar de primera, yo la conozco, y de segunda nunca juega", dijo Luis Eduardo Garzón, ex alcalde de Bogotá.
John Pinchao, suboficial de la policía que logró fugarse el año pasado de las cárceles de las FARC, contó que Ingrid llenaba sus horas vacías elaborando en detalle su plan de gobierno. Redactó 190 puntos que quedaron olvidados en un cuaderno que le confiscó la guerrilla junto a un escapulario y a las fotos de sus hijos, Mélanie y Lorenzo, de 21 y 19 años, nacidos en su primer matrimonio con el diplomático francés Fabrice Delloye.
Ingrid disfrutó de una infancia privilegiada. Creció en París, junto a su hermana Astrid, como hija de Gabriel Betancourt, ex ministro de educación y consultor de la UNESCO. Para ella resultaba rutinario ver pasar por su casa a toda la intelectualidad latinoamericana: Pablo Neruda, Gabriel García Márquez, Miguel Ángel Asturias, Fernando Botero. No todo, sin embargo, fue color de rosa. Le tocó soportar la separación traumática de sus padres. Y no fue por su madre, Yolanda Pulecio, ex congresista y ex embajadora, conocida por su labor a favor de la infancia, por quien empezó a cuestionarse su vida de niña burguesa. Fue por su padre, que le repetía: "Ingrid, le debes mucho a tu país, nunca olvides tu obligación de devolverle todo lo que te ha dado".
En 1989 su vida dio un giro: se encontraba en la región francesa de Loira, con su primer esposo y sus hijos; una corazonada no la dejaba dormir y llamó a su madre a Colombia. "Mataron a Galán, mataron a Galán", fue lo que escuchó de su madre, entre llantos. Luís Carlos Galán, un abogado del Partido Liberal era la persona con mayores opciones de conseguir la presidencia en las elecciones de 1990, muy por delante del resto de candidatos. Pero Galán murió acribillado en un mitin en agosto de 1989 por personas vinculadas al capo de la mafia Pablo Escobar. Ingrid recordó entonces las palabras de su padre. Dejó la vida sin sobresaltos que disfrutaba en París y se marchó a Colombia a luchar contra la corrupción, el clientelismo y el narcotráfico.
Llegó al Congreso por primera vez en 1994, repartiendo preservativos en las calles de Bogotá, invitando a "frenar el sida de la corrupción". Pronto empezó a ser vista como la "niña terrible" de la política colombiana.
No le tembló la voz a la hora de acusar a sus compañeros de ser amigos de narcotraficantes. Atacó, duramente, al ex presidente Ernesto Samper (1994-1998), a quien acusó de financiar su campaña con dinero de la mafia. En 1998 creó su propio partido, Oxígeno Verde, se presentó al Senado y fue la más votada.
Detrás de sus campañas creativas, estaba su segundo marido, Juan Carlos Lecomte, publicista. Se conocieron cuando ella acaba de llegar a Colombia. Él le contagió su pasión por las motocicletas; ella le enseñó a amar los caballos y la política.
Hicieron un equipo para lograr que lo que ella dijera o hiciera tuviera impacto. Su estilo no gustó a todos; la criticaron por su ego, por su afán de figurar, por arrogante...
Poco después publicó en Francia el libro La rage au coeur (La rabia en el corazón), su autobiografía. En Francia, fue un éxito en ventas; la compararon con Juana de Arco. En Colombia, no cayó bien que no dejara títere con cabeza, que apareciera como única heroína en un mundo de corruptos. Las amenazas, que habían empezado en 1996, la habían obligado a separarse de sus hijos, que se fueron con su padre a Francia.
Ingrid, tras ser liberada, reconoció: "En un secuestro uno deja muchas plumas". Pero no dejó la frase en el aire, sin más explicaciones: "Como la soberbia, la terquedad; llegué [al cautiverio] con una cantidad de necedades pero termina uno zafándose de eso, liberándose". Regresó, eso sí, con muchos retazos de su personalidad intactos: "Soy una soñadora; eso no se me quitó".
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