28 julio 2008

DE TEXAS A BERLIN...

Por: IRENE LOZANO
AÚN no había acabado Barack Obama de pasear su elegancia de setter irlandés por Europa y Oriente Próximo, y la CNN ya había emitido su veredicto: el candidato demócrata ha conquistado los corazones, pero no las mentes de Europa, dijeron, como si nos adivinaran una debilidad machadiana que nos hace inclinarnos por esas razones de nuestro corazón que la razón no comprende... Hum.
Durante meses he tratado de resistirme, pero el esfuerzo ha resultado baldío. En cuanto lo he visto de cerca, me he dado cuenta de que Obama me empieza a fascinar cuando aparece en escena como si no viniera del planeta de la política, sino de haber tocado la verdad con sus manos de pianista de jazz; me sigue cautivando cuando camina hasta la tribuna con una zancada que es ingrávida como la del primer bailarín del Bolshoi y varonil como la de un estibador del puerto de Baltimore; y me desmadeja por completo cuando olfatea a su auditorio con la vista y comienza a hablar sabiendo de antemano que se los va a meter en el bolsillo.
Reconozco esas querencias del corazón, palmo arriba palmo abajo, pero no me impiden razonar con objetividad. La CNN se equivoca en uno de sus extremos: también nos ha conquistado las mentes. En Berlín, Obama habló como un hombre del mundo global, que ha asumido la verdad inapelable de nuestro tiempo: los grandes problemas que amenazan a la humanidad -el terrorismo, el calentamiento del planeta, la pobreza, el armamento nuclear- son irresolubles contemplados desde los estrechos corsés de los estados-nación y, para hacerles frente, sencillamente «no podemos permitirnos estar divididos». Para superar esa división no ofrece quimeras, sino continuar el curso de la historia de cooperación entre Estados Unidos y Europa, una Europa, por cierto, que invocó con mucha más fe en su existencia que numerosos gobernantes europeos actuales.
Obama recuerda hacia mañana, saca fuerzas del pasado para acometer la tarea de modelar el porvenir. Y siente un compromiso que parece auténtico con las generaciones futuras: «El mundo nos contemplará y recordará lo que hagamos aquí».
Él habla y actúa para la historia, no para las encuestas de Gallup. Por eso resultan extemporáneas observaciones periodísticas como la del New York Times, que le ha reprochado haber omitido en su viaje el conflicto sobre la carne de pollo. Está claro que si un tipo como Bush ha gobernado ocho años, no puede ser el único paleto de los Estados Unidos. Esa América cateta es el hueso más duro de roer para Obama. Ha de conquistarla para su cosmopolitismo y su idea del destino común de la humanidad, tan bien formulada en Berlín. No será fácil hacer olvidar a los americanos la aspiración de Bush de hacer del mundo un lugar como Texas y convencerlos de que Texas es un lugar que está en el mundo.
Fuente: ABC.es

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