. AP-. POR JOSE MANUEL COSTA. MADRID.
En un largo artículo publicado allá por 1987 en el diario «Chicago Tribune», David Axelrod era descrito como un «roedor» que, eso sí, parecía tener un brillante futuro en la vida política de la ciudad y el estado (Illinois).Veintiún años más tarde, Axelrod no ha perdido sus lacios bigotes, aunque sí algo de pelo, y sigue paseando por las calles de la ciudad del viento (y de la música y los lagos, las vacas y los rascacielos...) tratando de encontrar inspiración para su última tarea: lograr que por primera vez en la historia de Estados Unidos, una persona de raza negra ocupe el despacho oval en la Casa Blanca.
Axelrod, estratega-jefe de la campaña de Barack Obama y como tal uno de los nombres más célebres en los ámbitos mediáticos y políticos del país, es sólo el último representante de una profesión no demasiado antigua: los asesores electorales. Sucesor en esa posición de Karl Rove, gran ideólogo electoral de Bush II y una de las personalidades más influyentes en esa administración.
Liberales dispersos
Las diferencias entre Karl Rove y David Axelrod se antojan enormes si nos fijamos sólo en la ideología. Mientras uno logró movilizar al conservadurismo extremo de Estados Unidos, el otro trata de agrupar las dispersas fuerzas del descontento liberal (¿progresista?). Pero en el fondo técnico se perciben similitudes.Una lección que Axelrod aprendió de Rove es que el mensaje proclamado por un candidato debe ser coherente con su personalidad y que uno no debe rehuir los puntos polémicos de su cliente, sino tratar de volverlos a su favor: «En el 2000 Rove entendió que la primera elección es siempre una reacción a la anterior presidencia y en el 2004 encontró la manera de convertir la obstinación de Bush en una virtud».Y es que Axelrod posee una originalidad muy aparente: no sólo se ubica lejos de los círculos del poder, sino que mantiene un tono idealista en una profesión percibida como la cúspide del cinismo mercenario.«Cuando comenzamos esta campaña», comentaba Axelrod al NYT, «le dije a Barack que, en muchos sentidos, el idealismo había muerto con el asesinato de Robert Kennedy (para cuya campaña de 1968 un David de 13 años vendía chapas y pegatinas) y que necesitamos reavivar esa llama».Pese a su excentricidad política y geográfica, Axelrod es un neoyorquino de pura cepa, como corresponde a un hijo de familia judía nacido en el Lower East Side de Manhattan a mediados de los años 50 (1955). Sin embargo, los estudios le condujeron a Chicago. Allí conoció a su mujer y allí decidió quedarse, justo cuando una de las ciudades más conflictivas en lo étnico comenzaba a despertar de su larga postración.Tras un breve paso por el «Tribune» como reportero local, Axelrod decidió lanzarse a la arena política en 1985, abriendo una firma de consultores de la cual sale también el actual y sobresaliente manager general de la campaña de Obama, David Plouffe. Su primer encargo serio llegó dos años más tarde en la reelección de Harold Washington, el primer alcalde negro de Chicago.Este primer éxito le trasformó en un especialista en candidatos de raza negra, como Dennis Archer en Detroit, Michael R. White en Cleveland, Anthony A. Williams en Washington, D.C., Lee P. Brown en Houston o John F. Street in Philadelphia.Pero Axelrod también ha trabajado con candidatos blancos, como el actual alcalde de Chicago Richard M. Daley, el escandaloso gobernador de Nueva York, Eliot Spitzer, o en la fallida campaña presidencial del demócrata John Edwards o incluso para Hillary Clinton.A diferencia de los expertos en encuestas, Axelrod es un hombre de la información y los anuncios. De hecho, procura producir el mismo los más importantes de la campaña.Esperanza y cambio
Estos principios encajan bien con Obama, a quien Axelrod conoce desde hace unos quince años y al cual considera un amigo. El mensaje ha sido muy simple: esperanza y cambio. El cambio lo simboliza de manera indiscutible la edad y el color de piel de Obama. La esperanza es algo reclamado por una nación francamente desmoralizada, entre otras cosas por una política dominada durante casi veinte años por unas cuantas familias.Obama viene de otro lugar, del trabajo con las bases. En último término, Axelrod, quien asegura «no disponer de las Tablas de la Ley», trata de vender, no políticas pormenorizadas, sino personalidad y liderazgo. Como repiten muchos comentaristas norteamericanos, Axelrod es el narrador, depende de su candidato demostrar que la suya es una gran historia.
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