La Iglesia mantiene latente la llama de un acuerdo con las FARC
FRANCESC RELEA - Bogotá - 13/04/2008
Durante varios días y hasta el martes pasado, la Iglesia colombiana y los representantes de España, Francia y Suiza -países que trabajan para conseguir un acuerdo humanitario de intercambio de prisioneros y secuestrados- creyeron que Ingrid Betancourt, cautiva de la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) desde hace seis años, estaba muerta.
La guerrilla presiona para una vuelta a escena de Chávez y Piedad Córdoba
Habían recibido "informes serios" del Ejército, la Embajada de Estados Unidos y de un médico. La incertidumbre sobre la suerte de la ex candidata presidencial sólo se despejó cuando desde las más altas esferas del Gobierno colombiano se facilitó a los mediadores internacionales información del alto mando, que aseguraba que Betancourt estaba viva.
Las noticias alarmantes que llegaban desde el departamento del Guaviare, en cuya selva están, aparentemente, algunos de los rehenes de la guerrilla, catapultaron el envío de una misión humanitaria francesa que llegó a Bogotá la semana pasada y regresó a París con las manos vacías. El martes pasado, mientras el Falcon 50 francés con material médico seguía varado en la zona militar del aeropuerto de la capital, los representantes de los países llamados "facilitadores" se reunieron por primera vez con generales colombianos, que ofrecieron su plena colaboración en el proceso de mediación. "Fue un encuentro de tú a tú", destaca una fuente diplomática.
Los días de inquietud por la salud de la ex candidata presidencial secuestrada el 23 de febrero de 2002 en San Vicente del Caguán (Departamento de Caquetá) trajeron a la memoria el caso del mayor Julio Ernesto Guevara, que falleció en enero de 2006 de una enfermedad tropical después de estar siete años secuestrado por las FARC. La familia no ha recibido el cadáver.
Era de esperar la negativa de la guerrilla a permitir la entrada de los médicos franceses en territorio rebelde para atender a los secuestrados más enfermos. El silencio de las FARC durante seis días desde la llegada del avión francés era una mala señal. El desenlace de la controvertida misión humanitaria fue, de entrada, un balde de agua fría a las esperanzas de una pronta liberación de los secuestrados. Una vez digerida la noticia, los mediadores insisten en que la llama para lograr un acuerdo sigue viva.
Hay que remontarse al 9 de diciembre pasado para entender este moderado optimismo. Aquel día, el presidente Uribe mantuvo una reunión con monseñor Luis Augusto Castro, presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia. Fueron dos horas de discusión, donde se habló con claridad y firmeza, según testigos de la entrevista. El mandatario aceptó que la Iglesia católica diseñara con las FARC una eventual "zona de encuentro", donde el alto Comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo, en nombre del Gobierno, representantes de la Iglesia y de la guerrilla se sentarían a discutir los detalles de un intercambio de 37 secuestrados por las FARC (tres políticos y 34 policías y militares) y unos 500 presos en poder del Gobierno.
"Manéjenlo ustedes", dijo Uribe a los representantes de la Iglesia al referirse a las características de la zona de encuentro. Monseñor Castro no perdió tiempo, y el 13 de diciembre enviaba una carta a Manuel Marulanda Tirofijo, líder máximo de las FARC, en la que le instaba a reunirse cuánto antes para acordar el lugar del encuentro. Otra misiva en términos similares fue dirigida el 3 de enero por el padre Darío Echeverri, secretario general de la Comisión de Conciliación Nacional, a Raúl Reyes y al secretariado de la guerrilla.
Sobre la mesa hay en estos momentos tres propuestas: la guerrilla pide una "zona de despeje" (sin presencia militar y policial) durante 45 días de 800 kilómetros cuadrados en un área que incluye los municipios de Pradera y Florida, en el departamento del Valle del Cauca; los países "facilitadores" proponen la desmilitarización de 250 kilómetros cuadrados sin cabeceras municipales; y el Gobierno estaría dispuesto a ceder durante 30 días un área de 180 kilómetros cuadrados, poco poblada y sin instalaciones militares y policiales. Desde hace años, las FARC insisten en el "despeje" de una zona que considera estratégica. El Gobierno ha repetido por activa y por pasiva que jamás aceptará esta exigencia, pero ante los negociadores se ha mostrado más flexible. "Uribe ha dicho que si la Iglesia encuentra una alternativa, adelante", precisa una fuente del equipo mediador. "Todas las condiciones presentadas como inamovibles son susceptibles de negociación", añade.
Ahora, los tres países facilitadores seguirán construyendo propuestas, subrayan sus representantes. Y por primera vez lo harán conjuntamente con la Iglesia católica, lo que supone un avance.
El otro eje de la mediación es Venezuela. Las FARC presionan para una vuelta a escena de Hugo Chávez y la senadora colombiana Piedad Córdoba, que lograron la última liberación unilateral de seis secuestrados. "Chávez les dio todo, cuando logró que los congresistas venezolanos aprobaran una moción que considera a las FARC fuerza beligerante y no terrorista", señala un integrante del equipo de mediación, que reconoce que Uribe no cuenta, bajo ningún concepto, con el presidente venezolano.
"Mamita, ya me doy por vencida"
Ingrid Betancourt escribió el 24 de octubre una carta a su madre. Éstos son extractos, recogidos del libro Cartas a mamá desde el infierno, que Debate publica la próxima semana."Estoy, mamita, cansada, cansada de sufrir. He sido, o tratado de ser fuerte. Estos casi seis años de cautiverio han demostrado que no soy tan resistente, ni tan valiente, ni tan inteligente, ni tan fuerte como yo creía. He dado muchas batallas, he tratado de escaparme en varias oportunidades, he tratado de mantener la esperanza como quien mantiene la cabeza fuera del agua. Pero mamita, ya me doy por vencida (...).Siento que mis niños están con sus vidas en stand-by esperando que yo salga, y tu sufrimiento diario, y el de todos, hace que la muerte me parezca casi como una dulce opción. (...) Estoy cansada de sufrir, de llevarlo por dentro todos los días, de decirme mentiras a mí misma, de que pronto esto va a terminar, y de ver que cada día es igual al infierno del anterior. (...) Estoy mal físicamente. No he vuelto a comer, el apetito se me bloqueó, el pelo se me cae (...), no tengo ganas de nada. (...) Es lo único que está bien. No tener ganas de nada. Porque aquí, en esta selva, la única respuesta a todo es 'No".
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