Bush, el "malo" de la película imperial
(IAR Noticias) 14-Abril-08
Curiosamente, en los cinco continentes, las personas no odian a Bush por lo que representa (el Imperio norteamericano y el sistema capitalista) sino por todo lo que la mitología mediática concentró a su alrededor para esconder la relación existente entre las guerras imperiales y los negocios capitalistas de la conquista.
Por Manuel Freytas (*)
A un poco más de ocho meses para culminar su segunda gestión, la imagen pública de George W. Bush se sigue derrumbando a niveles históricos solamente superados por Truman y Nixon, vinculados a la guerra de Corea en 1952, uno, y a la guerra de Vietnam en la década del setenta, el otro.
Según una encuesta de Gallup, sólo un 28% de los estadounidenses aprueba su gestión, un porcentaje que sólo ha sido inferior en toda la historia en el caso de otros dos presidentes, Harry Truman y Richard Nixon, éste último tras el escándalo del Watergate. Truman es el que ostenta el récord con un 23%, registrado durante la guerra de Corea, en 1952.
En julio pasado, y con su imagen en el nivel más bajo de su historia, empantanado en Irak y Afganistán, y con una agenda militar a resolver con el "eje del mal" en Medio Oriente, el presidente norteamericano invitó a varios escritores, historiadores, filósofos y teólogos, y les preguntó cómo creían que serían juzgadas sus acciones por la historia.
Según lo revelado en un artículo por The Washington Post, Bush, preocupado por cómo pasará a la historia, se reunió con varios de estos intelectuales, norteamericanos y extranjeros, para consultar su opinión respecto de cómo será recordado.
Entre gaseosas y agua mineral, el presidente de la "guerra contraterrorista" se hizo preguntas, según el Post: ¿Cuál es la naturaleza del bien y el mal en el mundo después del 11 de setiembre? ¿Qué lecciones ofrece la historia a un presidente que enfrenta la conmoción que enfrento yo? ¿Cómo juzgará la historia lo que hemos hecho? ¿Por qué el resto del mundo parece odiar a Estados Unidos? ¿O sólo me odian a mí?
Después de leer "A History of the English-Speaking Peoples Since 1900" de Andrew Roberts, Bush invitó al escritor y a otra docena de intelectuales a hablar de las lecciones. "¿Qué podemos aprender de la historia?" le preguntó Bush a Roberts.
Andrew Roberts comentó -según el Post- que Bush le pareció mmás inteligente de lo que esperaba. "Me preguntó: "¿Considera que mi impopularidad en el exterior es consecuencia de mi personalidad? Y se echó a reír", recordó Roberts. "Yo le respondí: "En parte". Y volvió a reírse", añadió.
Bush, sin ninguna duda, es el presidente más atacado y demonizado de toda la historia de los EEUU, y su sola mención equivale a recrear lo más abominable de esa galería que el sistema ha colocado en el santuario de los "malditos" de la especie.
Curiosamente, en los cinco continentes, las personas no odian a Bush por lo que representa (el Imperio norteamericano y el sistema capitalista) sino por todo lo que la mitología mediática concentró alrededor de su figura: "loco", "nazi", "fundamentalista", "borracho", etc.
Pero, sin lugar a dudas, también están los que se benefician del mito "anti-Bush" para alienar a las mayorías y esconder la relación existente entre las guerras imperiales y los negocios capitalistas de la conquista.
El 11-S no solamente instaló un nuevo sistema de control social por medio de la manipulación mediática con el "terrorismo", sino que además inauguró un "nuevo orden internacional" (sustitutivo de la "guerra fría") basado en la "guerra contraterrorista" que sirve de justificación a las nuevas estrategias expansionistas del Imperio norteamericano y de las trasnacionales capitalistas que controlan la Casa Blanca, tanto con los republicanos como con los demócratas.
Bien mirado, el uso "multifunción" de la leyenda mediática de Bin Laden y el "terrorismo internacional", excede las fronteras de EEUU y se convierte en la lógica esencial de preservación política, militar y económica del sistema capitalista en su conjunto.
En un planeta sin guerras inter-capitalistas, ya casi sin conflictos armados (al margen de Irak, Afganistán y Medio Oriente), la leyenda de Bin Laden y el "terrorismo islámico" lanzada por Bush sirvió (y sirve) para alimentar y justificar las estrategias expansionistas del Imperio norteamericano, para crear nuevos mercados a la trasnacionales capitalistas de EEUU y Europa, y para mantener en funcionamiento a los complejos militares industriales que han encontrado en la "guerra contraterrorista" su nueva tajada ganancial en el negocio armamentista.
Los números económicos de las trasnacionales y las armamentistas que acompañaron la invasión, ya demostraron que cuando EEUU invadió Irak no lo hizo solamente por la aventura "mesiánica y militarista" de Bush y sus halcones, sino principalmente para apoderarse del petróleo y el mercado iraquí, una realidad que es tapada a diario por la prensa internacional interesada en mostrar a Bush como "único responsable".
En términos reales, y al margen de cualquier otra consideración geopolítica o estratégica, Irak (tanto como Afganistán) representa una "guerra" inventada para hacer negocios donde no solamente participan las trasnacionales estadounidenses sino también el capitalismo europeo "asociado" en la depredación. Sin embargo, se la hace pasar como un producto exclusivo de la "locura fundamentalista" de Bush .
Como nunca en la historia, la economía capitalista y la geopolítica estratégica del Imperio se complementaron con la ocupación de Irak, en abril de 2003.
Con sus tropas y bases desplegadas en el país petrolero, EEUU cerró su dispositivo de control militar estratégico en Medio Oriente con proyección al Asia, y las corporaciones capitalistas del Complejo Militar y de Wall Street contaron con un nuevo enclave para hacer negocios, al costo de la muerte de 120 iraquíes y dos soldados USA por día.
Muertos que poco interesan en las frías matemáticas de rentabilidad capitalista que guiaron la invasión militar de Bush y los halcones, más allá del mito de la "locura fundamentalista" utilizado para desviar la atención del verdadero objetivo que encubre la invasión militar.
Además, con Bush o después de Bush en la Casa Blanca, en el mundo capitalista "transnacionalizado" del Imperio norteamericano las 200 empresas multinacionales mas poderosas dictan y seguirán condicionando la política mundial y el comportamiento de gobiernos, ejércitos, o instituciones mundiales oficiales o privadas.
Ese capitalismo sionista planetario, concentrado en Wall Street, la Reserva Federal y los bancos centrales europeos, es el autor intelectual y económico de las invasiones militares (para hacer negocios) que tanto las administraciones republicanas como demócratas lanzan periódicamente desde la Casa Blanca.
A pesar de que ese poder mundial imperialista es inmutable, y maneja los destinos de la Casa Blanca tanto con demócratas como con republicanos, el mito "anti-Bush", difundido día y noche por las cadenas mediáticas, concentra todos sus emergentes actuales exclusivamente en la figura de Bush.
Lo que ha llevado (tal como lo quieren los usufructuadores del mito anti-Bush) a que el mundo entero odie a Bush pero no al sistema capitalista sionista representado eventualmente por Bush en la Casa Blanca.
La "demonización", de Bush manipulada día y noche por las grandes cadenas mediáticas, también ha calzado en un sector de la izquierda que se ha olvidado del sistema capitalista, de sus leyes históricas de conquista y genocidio de pueblos, para depositar y justificar en el "anti-Bush" su militancia "revolucionaria".
Y mientras el mundo entero es "anti-Bush", las redes financieras, industriales y comerciales del capitalismo trasnacional, los grandes charman y ejecutivos de bancos y consorcios multinacionales que deciden el destino del planeta en el Consenso de Washington, concentran riqueza, duermen en paz, y se reparten el mundo como si fuera un pastel.
Más allá de que sea estúpido, loco, idiota o genocida, detrás de Bush subsiste un sistema de intereses complejos cuya dinámica define las políticas militaristas que ejecutan el presidente norteamericano y su camarilla de halcones, de las cuales se benefician las grandes corporaciones sionistas con sede en Wall Street y el Complejo Militar Industrial estadounidense.
Con el Plan Colombia, con los gobiernos "neoliberales" o con las administraciones "progresistas-dependientes" de los Lula o los Kirchner en el Cono Sur, con la cooptación de los gobiernos de las ex Repúblicas soviéticas en Europa del Este, con la ocupación militar de Irak y Afganistán, el objetivo siempre es el mismo: apoderamiento de los recursos naturales, explotación de mercados y de mano de obra barata, y regionalización estratégica del control militar sobre los territorios dominados.
Y así, como hoy detrás de Bush se encuentra el lobby judío de Cheney y los neocons (versión halcón de ultraderecha) durante la administración demócrata de Clinton se encontraban el lobby judío de Berger, Albright y Cohen (versión liberal "progresista"), los que tuvieron una participación clave en los bombardeos y posterior invasión de EEUU a Yugoslavia lanzada con la complicidad militar de la OTAN, a fines del 90.
Esa, sencillamente, es la trampa siniestra que tapa el mito "anti-Bush" inducido mediáticamente en la psicología de las mayorías planetarias para esconder a los verdaderos beneficiarios de las invasiones y políticas guerreristas de Bush.
Y también está claro que al sistema capitalista sionista que hace lucrativos negocios con Bush en la Casa Blanca le conviene que la mayoría piense que todas las calamidades de la humanidad -incluidas las catástrofes naturales- suceden porque Bush es el presidente de EEUU.
Y está claro también que si el mundo es "anti-Bush", no es ni antiimperialista ni anticapitalista, es "anti-Bush".
Esa es la esencia y la función principal del mito "anti-Bush".
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