12 abril 2008

ENTREVISTA A MARIO VARGAS LLOSA


\"Sin libertad, la vida está postrada\"
Talentoso, polémico y crítico del populismo tan habitual en los sistemas políticos del continente, el autor de la formidable novela "Conversación en la catedral" estuvo en la Argentina, que admira y donde se maravilló con El Calafate.

Recién comentábamos con algunos colegas que cuando uno está ante usted no sabe bien por dónde encarar una entrevista: si por la literatura o por la política. En todo caso todo hace al mundo de las ideas, pero...
-Bueno, son dos campos que se cruzan, pero de naturaleza y exigencias muy distintas. La política, casi por definición, tiene un carácter práctico, le importa el "ahora", lo que nos sucede como sociedad. Y, además, la política siempre tiene el desafío de ser juzgada, calibrada por sus consecuencias o resultados. La literatura no tiene esas urgencias. Por otra parte, la literatura requiere de mucha individualidad o soledad para armar su mundo, mientras que la política requiere, tiene su espacio, en el conjunto... hace a la gente en lo inmediato. Yo digo que se entrevera con la gente, con toda la gente. Pero es cierto: ambas hacen al mundo de las ideas, al apasionante mundo de las ideas, y tienen mucho que ver entre sí, por supuesto.

-A lo largo de su vida como escritor, muy pocas veces estuvo mucho tiempo sin publicar. Por el cálculo que he hecho, cada tres años y algo más publica literatura independientemente de tener columnas semanales en "El País" de España. Cuando publicó sus memorias pareció llamarse a silencio en relación con la novela, pero apareció "Lituma en los Andes", con la que ganó -creo- el Premio Planeta...
-Así es... un momento muy lindo...
-¿Cómo hace para compartir o, en todo caso, dividir tiempos de creación entre la política o el pensamiento consustancial a la política por un lado y la literatura por otro?
-¿Qué encuentra usted de raro en ese doble andar?
-De raro nada; sí de poco habitual dada la cantidad y pareja calidad que define su producción en ambos campos. Hay escritores que, metidos a la política, escriben con cuentagotas...
-Sucede que a mí la vida me trata muy bien. El trabajo me mantiene muy activo y trabajo en cosas que me apasionan: el mundo de las ideas del cual hablamos recién. Me siento cómodo en la especulación intelectual, en ese balancearse entre los tironeos del pensamiento, de la duda, de la certidumbre, de la observación, de la renovación y la frescura que traen las ideas. Me agrada el debate, me seduce la literatura con la misma intensidad con que me sedujo desde muy jovencito y asumo toda esta... toda esta masa de actividad con la misma rutina de siempre, que me viene de muy lejos: escribir todos los días, informarme, leer y siempre tener en cuenta que lo que yo aprendo, lo que a mí se me ocurre, puede servirle a la gente. Y, por supuesto, en ese marco me seduce la política como hecho creativo, no la política como lucha de poder por acumulación de poder y nada más.
Al menos en la Argentina, aunque es un fenómeno de alcance más amplio, la política parece haber perdido consideración por la palabra, la palabra es tratada con definida vulgaridad, proceso que no aparece como dato puntual, circunstancial y en consecuencia potencialmente efímero, fenómeno que sin embargo no parece ganar la literatura. ¿Qué reflexión le merece este tema?
-Concuerdo en que no es una cuestión que atañe sólo a la Argentina; tiene una escala mucho más amplia. Lo que pasa es que la política se ha tornado tan pragmática, la manda y la organiza tanto el pragmatismo, que toma distancia de las ideas. Yo suelo decir que la política se herrumbra.
-Se lo dijo a "La Nación"...
-Sí, sí; hay una especie de óxido que ataca la política que, al transformarse en un quehacer donde todo vale, donde la idea y el espíritu crítico que ésta conlleva dejan de tener valor, bueno, la palabra termina siendo muy manoseada, pierde su significación.

-Días atrás, en "El País" de España usted publicó una nota en la que reflexiona sobre Céline que, como otros escritores franceses -Robert Brasillach, Drieu La Rochelle, etcétera-, colaboró con los nazis durante la ocupación. Dice que nadie como él escribió sobre lo que usted denomina el "espíritu tribal", ese espacio dominado por prejuicios que alientan mundos muy cerrados donde
lo distinto es temido y debe ser excluirlo. O sea, miedo. Hoy parecen estar potenciándose los miedos, nuevos tipos de terrorismo, intensificación de las migraciones, etcétera. ¿Está retrocediendo la idea de libertad?
-Siempre estuvo desafiada y conculcada aquí o allá. Pero hace tanto a la dignidad del ser humano, que a la larga el ser humano siempre la busca, la logra, la defiende. Y es así porque la libertad es soltar la fuerza creativa que es innata al ser, hace al discernir, al construir pensamiento propio y expresarlo... hace al progreso individual y del conjunto. Donde no hay libertad, la vida está postrada, tiene sus potenciales maniatados. Basta ver lo sucedido con las sociedades cerradas por ingenierías ideológico-políticas como lo fueron las estructuradas alrededor del llamado socialismo real, para tomar conciencia del valor de la libertad. Los regímenes que las lideraban se astillaron por ahogo, porque castraron la libertad durante décadas y así trabaron el progreso de sus propios pueblos. Creo, sí, que la libertad está y estará siempre desafiada por la mentalidad autoritaria, pero tengo una convicción muy profunda de que se defiende bien a partir de su misma naturaleza, a partir de lo que significa incluso como potencial.

-Siempre tuvo una gran admiración por el sistema político de Estados Unidos...
-Admiración merecida. Ha sobrevivido a crisis importantes y se mantiene intacta la confianza que los norteamericanos tienen depositada en él, esto más allá de la relación que cada uno tenga con éste o aquel presidente. Esto ya es política pura, pero el sistema se afirma en la sólida institucionalidad que genera como factor de control del poder. Tiene una gran capacidad de renovación y esto, por supuesto, es admirable y es poder, implica poder. Si a esto uno le suma que Estados Unidos es punta de lanza en materia tecnológica, bueno, el
sistema funciona.
-De algunos artículos suyos publicados aquí se infiere que le gusta Barack Obama para la Casa Blanca. ¿Es así?
-Me gusta su discurso, ausente de todo intento de ser efectista. Es sincero, muy sincero. Tiene algo de John Kennedy en eso de decirles a los norteamericanos, que a Estados Unidos lo hacen entre todos y que el sistema posibilita a todos, les brinda oportunidades a todos. No tiene un mensaje quejoso, es un mensaje de esperanza, de convicción profunda en las virtudes del sistema político americano. Tiene además buena formación intelectual, es joven y, si bien no sé si finalmente logrará la candidatura por los demócratas, él expresa mucho de la renovación de liderazgos que necesita la política norteamericana.

Hay que estimular a los que hacen”
-Vayamos a la Argentina. ¿Cómo nos ve?
–En estos días me han peguntado mucho en esa dirección y siempre he respondido que no tengo la intención de meterme a pontificar sobre una realidad que es compleja pero que tiene un marco: el inmenso potencial que tiene este país. Me crié en un Perú en que Argentina era sinónimo de nación importante, muy importante... su cultura, su movilidad social, las posibilidades para integrar, lo marcaban como un país con fuerte proyección sobre el continente. No quiero hablar aquí de las razones que, a mi entender, perjudicaron esa proyección. Llegué en un momento algo complejo para los argentinos...

–Ha dicho que las retenciones son un impuesto al éxito…
–Sí, pero en una definición abarcativa en el sentido de que no está sólo referida a lo que pasa hoy en la Argentina sino vinculándola con que en nuestros países hay que estimular a los que hacen, a los que arriesgan. Creo que una reflexión adecuada para el momento que vive este país es decir que desde el prejuicio no se construye nada; muy por el contrario, se entorpecen las posibilidades de entendimiento entre partes con diferencias. Hay que sacar experiencia de todo lo que nos ha costado y nos cuesta a los latinoamericanos vernos desde el prejuicio, desde ese absoluto al que lleva el prejuicio. Mal ejemplo toman quienes siguen y se entusiasman con Hugo Chávez y su populismo, su agresividad, su autoritarismo, que está llevando a su propio país a niveles de pobreza alarmantes.

–Hay pensadores como Ernesto Laclau –argentino que está hace 30 años en Gran Bretaña– que estiman que el populismo suele tener una etapa positiva en tanto que integra grandes masas al sistema político...
–Pero el populismo no es una simple instancia movilizadora de una sociedad hacia la política: es toda una cultura de irresponsabilidad en el manejo de las cuestiones públicas que inexorablemente termina engendrando o requiere liderazgos caudillistas, personalistas, definidamente autoritarios que dan por tierra con la libertad. Eso es lo que está sucediendo hoy en Venezuela.

CARLOS TORRENGO
carlostorrengo@hotmail.com
Fuente: Rio Negro
Caricatura: R.Brobow

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