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Obama, junto a Biden, celebra la victoria. | Reuters
- Su triunfo se cimentó sobre su gestión de la crisis del huracán 'Sandy'
- Romney perdió por goleada entre los jóvenes y entre las minorías
Eduardo Suárez (E. especial) | Boston
Actualizado miércoles 07/11/2012 16:52 horas
Barack Obama derrotó anoche al republicano Mitt Romney en la carrera por la Casa Blanca. Su triunfo se cimentó sobre su gestión de la crisis del huracán 'Sandy', que apuntaló su ventaja en el puñado de estados decisivos que define la composición del colegio electoral. Estas son las cinco claves del éxito de su campaña por la reelección.
El retorno de 2004. Lo habían avanzado algunos analistas y anoche se cumplió. La reelección de Obama siguió unos patrones muy similares a los de George W. Bush: otro líder impopular que se impuso en un país polarizado por el amor o el odio al inquilino de la Casa Blanca. Al igual que su predecesor, el presidente también se ha enfrentado a un candidato millonario, con fama de veleta y natural de Massachusetts y también marcó la diferencia la movilización de los incondicionales en Ohio: entonces los evangélicos reclutados por Karl Rove y hoy el ejército de voluntarios reclutados por los demócratas para recorrer los suburbios de grandes ciudades como Cleveland. Al igual que hace ocho años, se medían un mal candidato y un presidente impopular y el desenlace fue el mismo.
- Un país partido en dos. Obama demostró anoche que uno puede ganar unas elecciones presidenciales sin el respaldo de los votantes independientes. A base de movilizar a los incondicionales con la ayuda de las herramientas de la estadística y de la psicología social. Los sondeos a pie de urna indican que Romney venció por cuatro puntos entre los independientes. Pero el presidente compensó la derrota con un triunfo apabullante entre los jóvenes, las mujeres, los hispanos y los afroamericanos. Los demócratas ganaron gracias a una maquinaria bien engrasada que el entorno de Obama mantuvo funcionando en los estados decisivos desde 2008. Hasta 22 sucursales de campaña permanecían ayer abiertas en el minúsculo estado de New Hampshire por sólo siete de su rival. Esa estructura ayudó a identificar los mensajes más eficaces entre las bases y a llevar a las urnas a millones de personas. La pregunta es qué hará Obama a partir de ahora con ese país partido en dos. El presidente sólo podrá aprobar su programa si llega a acuerdos con la Cámara de Representantes, que sigue en manos de los mismos republicanos con los que no ha logrado entenderse durante su primer mandato.
- La maldición del Tea Party. Mitt Romney era un candidato con defectos muy evidentes. No sólo por su condición de millonario sino por sus meteduras de pata. Ninguna tan grave como la grabación en la que apareció acusando de vivir del cuento al 47% de la población. Aun así, Romney cuajó una buena campaña después de su triunfo en el primer debate electoral y logró persuadir a votantes moderados atraídos por su perfil de gestor eficiente. Pero su peor adversario no fue el presidente sino el fuego amigo de un partido republicano escorado en unas posiciones demasiado conservadoras en asuntos como los anticonceptivos, el aborto o la inmigración. Tampoco fueron una ayuda para el candidato las posiciones maximalistas del Tea Party en asuntos fiscales, que le obligaron a trazar un programa incoherente que proponía el imposible de reducir el déficit sin subir los impuestos ni rebajar el gasto militar. El alcalde Michael Bloomberg acertó al insinuar que estas elecciones las habría ganado el Romney de 1994 o 2003: el líder centrista que gobernó Massachusetts sin las interferencias de un partido escorado demasiado a la derecha.
- El rescate de Detroit. La economía de Estados Unidos no termina de despegar. Pero sí ha hecho avances formidables en la mayoría de los estados decisivos. Un detalle que ayuda a comprender el triunfo de Obama en estados como Iowa y New Hampshire. El triunfo en el Medio Oeste cabe atribuirlo más bien a la decisión del presidente de ampliar el rescate de su predecesor a las firmas Chrysler y General Motors: lo que aquí se conoce como la industria del automóvil de Detroit. Allí nació precisamente Romney, cuyo padre presidió durante años el gigante American Motors y cuya infancia transcurrió entre obreros industriales como aquéllos cuyo voto aspiraba ahora a conquistar. Y sin embargo estados como Wisconsin, Michigan, Ohio y Pensilvania quedaron fuera de su alcance por su decisión de criticar el rescate de Detroit en un artículo publicado en las páginas del 'New York Times'. El texto propugnaba una quiebra ordenada que permitiera reflotar luego la industria con otros propietarios pero su título fue 'Dejar que Detroit quiebre'. Cuatro palabras que el entorno de Obama ha explotado en lugares como Cleveland, Toledo o Akron, donde Chrysler y General Motors están volviendo a contratar. El artículo confirmaba el estereotipo que sobrevuela a Romney desde el día que arrancó la campaña: que es un millonario al que no le importan los problemas de la población. No importa que el mensaje no fuera cierto. Propició que el presidente lograra dos tercios de los votos en una ciudad industrial como Cleveland e impregnó las conversaciones cotidianas en los estados donde Obama ha cimentado su triunfo electoral.
- Los hispanos con Obama. Romney venció anoche por 18 puntos entre los blancos y entre los jubilados. Pero perdió por goleada entre los jóvenes y entre las minorías, que se engancharon a la política con Obama hace cuatro años y que esta vez volvieron a votar por él. El resultado confirma que los republicanos se enfrentan a una trampa demográfica de la que tienen que liberarse cuanto antes si no quieren permanecer varios años apartados del poder. Ningún conservador logrará llegar a la Casa Blanca si no suaviza la retórica contra los hispanos. El partido debe asumir como un objetivo necesario la reforma migratoria y prestar atención a líderes como el senador hispano Marco Rubio o el ex gobernador de Florida Jeb Bush. Romney intentó atraer a los hispanos con su mensaje económico. Pero se antojaba casi imposible que prestaran atención al miembro de un partido que había potenciado leyes retrógradas en estados como Alabama y Arizona y que había cobijado a líderes tan polémicos como Jan Brewer o el alguacil Joe Arpaio. La convención de Tampa confirmó que los republicanos tienen líderes capaces de atraer a las mujeres, a los hispanos y a los afroamericanos. La generación de Romney debe cederles cederles el testigo si quiere que el partido emprenda el camino de regreso a la Casa Blanca.
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