15 mayo 2011

EL DOBLE JUEGO PAQUISTANÍ....

Militares paquistanís transportan escombros de la casa donde Osama bin Laden fue abatido en Abbottabad, el pasado 2 de mayo. REUTERS / FAISAL MAHMOOD
Publicado en El Periódico
el día 12 de mayo

El doble juego paquistaní
El ISI actuó con impunidad con el expresidente Musharraf y todavía hay elementos incontrolados
La operación contra Bin Laden pone en la picota al poderoso servicio secreto y al general al frente
Domingo, 15 de mayo del 2011 MARC MARGINEDAS (BARCELONA)
Sucedió en septiembre del 2008, sin suscitar excesivo ruido mediático y apenas unos meses después del asesinato de la candidata a primera ministra de Pakistán, Benazir Bhutto, y de las tensas elecciones legislativas que llevaron al poder a su viudo, Asif Alí Zardari. Tras fuertes presiones políticas ejercidas desde EEUU, el jefe del Estado Mayor del Ejército paquistaní, el general Pervez Kiyani, reemplazó al frente de los servicios secretos al general Nadeem Taj, acusado por Washington de practicar un doble juego y mantener vínculos con el movimiento talibán y yihadista, por un hombre de su total confianza, bregado en la lucha contrainsurgente y cuyas opiniones contrarias a los talibanes estaban fuera de toda duda: el también general Ahmad Shuja Pasha.
Militares paquistanís transportan escombros de la casa donde Osama bin Laden fue abatido en Abbottabad, el pasado 2 de mayo. REUTERS / FAISAL MAHMOOD

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PDF .PDF La gran paradoja es que hoy, este hombre podría acabar pagando los platos rotos tras saberse que el terrorista más buscado del planeta, Osama bin Laden vivía desde hacía cinco o seis años en una ciudad próxima a la capital, Islamabad, a tiro de piedra de una importante instalación militar.
REEMPLAZADO «Hay muchas posibilidades de que sea reemplazado; existe un fuerte grupo de presión contra él», constata para EL PERIÓDICO desde Pakistán un experto local en los servicios secretos de su país que no quiere revelar su nombre.
La historia de la Dirección de Inteligencia Inter-Services (ISI), organización fundada en 1948, es decir, un año después de la independencia del país, está estrechamente vinculada a la historia de Pakistán y a los desafíos que ha tenido que afrontar en sus 64 años de historia, incluyendo tres guerras con la India.
El país ha estado gobernado por militares durante una significativa parte de este periodo de tiempo, y los sucesivos presidentes procedentes del estamento militar, como el general Ayub Jan en los 50, se esmeraron en controlar al ISI para contrarrestar a sus enemigos políticos, objetivo que en teoría alejaba a los servicios secretos de su misión primordial, que era defender al país ante las amenazas del exterior. Con la invasión soviética de Afganistán en los 80, el ISI entrenó y apoyó a los muyahidines afganos que combatían al Ejército Rojo.

En la actualidad, se acusa al ISI de no haber abandonado esta política de dar cobijo a las oposiciones armadas en los países vecinos (Afganistán y la India), aunque los analistas no se ponen de acuerdo respecto al grado de esta cooperación. «Es una unidad disciplinada dependiente del Ejército y hace lo que se le dice, aunque a veces pueda ir demasiado lejos», escribe William Milam, exembajador de EEUU en Pakistán. «Como en cualquier servicio secreto, hay elementos incontrolados», insiste, en la misma línea Frederic Gare,del Centro Carnegie para la Paz.
Para otros observadores, la cooperación parece ir más allá de la mera excepción. «No tenemos pruebas, pero si los mandos no lo saben, entonces es que son muy incompetentes. Y sabemos que el ISI es un buen servicio secreto», dijo el periodista nortaemericano epecializado en Asia Matthew Cole.
Meter en cintura a un servicio secreto acostumbrado a actuar de forma autónoma no puede materializarse de la noche a la mañana. Este doble juego era mucho más evidente durante el mandato del expresidente Pervez Musharraf, que en la actualidad. «Favoreció la talibanización para empujar a Occidente a que le apoyara como un freno ante el extremismo», constata un analista local bajo el anonimato, antes de desear que el poder político, más antes que tarde, ponga fin a esta anomalía.

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