Valentí Puig
Todo el mundo se pregunta si al final el combate será entre Barack Obama y John McCain y, sobre todo, si esa va ser en no poca medida una lucha por el nuevo centro. Si la inmensa maquinaria política de Hillary Clinton se queda por el camino, la catástrofe es notable. Lo mismo ocurre si McCain consigue la nominación de su partido, porque también todo el ‘establishmente republicano hubiese querido tener a otro candidato. El sector más conservador de los republicanos ha jurado acabar con McCain, pero el pugnaz senador ha resistido todos los embates y ahora ha sido respaldado por Romney. Ahí está, dispuesto para el tramo final antes del final. Lo mismo ocurre con Obama.
En realidad, estas elecciones primarias norteamericanas han descubierto todo un sistema a muchos ciudadanos del mundo que simpatizaban poco con los Estados Unidos. Obama y McCain representan ambos una política honesta, basada en los argumentos y en la convicción, capaces de transmitir cada uno a su modo lo que llamamos el ‘sueño norteamericano’. El mundo ha redescubierto la calidad del sistema democrático de los Estados Unidos.
Es pronto para saber si la ayuda de Bill Clinton ha ayudado o perjudicado a su mujer pero lo cierto es que dedicarse a las triquiñuelas estaba fuera de lugar. Los electores esperaban otra cosa. Los Clinton son una pareja de manipuladores políticos formidables, pero les ha cogido ventaja un senador -por Illinois- de poca experiencia que repite mensajes elementales y no se sirve de su negritud para pedir el voto. El mensaje de Hillary Clinton es mucho más profesional, demasiado según se ve. Sabe de lo que habla, lo concreta y lo desmenuza. Mientras tanto, Obama ha logrado una plataforma electoral que en más de un aspecto reinventa las bases del partido demócrata y las expande. Su penúltima adquisición son las mujeres demócratas de toda la vida y sectores del voto hispano.
De aquí a noviembre, el empuje de Obama pudiera perder consistencia. Algunos analistas de la campaña recuerdan el reciente caso de Ségolène Royale. La socialista francesa arrancó esplendorosamente en las primarias de su partido, pero al final perdió frente a Nicholas Sarkozy. Del mismo modo que Ségolène Royale necesitó el respaldo de los dinosaurios del socialismo, Obama al final necesitaría tanto del apoyo de Hillary Clinton como de John Edwards, ya descabalgado. En la última etapa, el electorado francés vio a la candidata socialista como rehén de su partido. Obama tiene que reforzar el vínculo entre su electorado y su partido. Son muchas las inercias a vencer. En Italia, las elecciones generales ya se plantean como un “Walter Obama -Veltroni, ex alcalde de Roma- contra Hillary Berlusconi”.
John McCain ha comenzado a recibir apoyo de los grandes patricios de su partido, incluso los que le negaban el pan y la sal, como es el caso del actual inquilino de la Casa Blanca, de la derecha religiosa y de los extremistas conservadores que han secuestrado el viejo partido republicano. A las gentes de McCain les ha de costar olvidar el juego sucio que Bush jr practicó contra su candidatura para obtener la nominación republicana en sus elecciones presidenciales. McCain es duro pero respetuoso con el adversario. Tiene atractivo entre los votantes centristas e independientes. Da garantías de poder liderar su país en una crisis de seguridad. A menudo se ha enfrentado a la jerarquía republicana y se ha negado a los cambalaches que son propios del Capitolio. Es hombre de palabra, héroe del Vietnam, con una visión sólida de política exterior. La verdad es que el contraste entre Obama y McCain es más que sugestivo.
¿Será Mc Cain contra Obama? En tal caso, ya estaríamos en la pregunta de cual de los dos va a ser el futuro presidente de los Estados Unidos, con su maletín de códigos nucleares, su Air Force One y sus alocuciones al ancho mundo desde los jardines de la Casa Blanca. Sobre la mesa en el Despacho Oval va a tener las carpetas pendientes del país más poderoso del mundo. Obama o McCain: en la perspectiva de la votación de noviembre, en estos momentos, Obama lleva unos cuatro puntos de ventaja sobre McCain. Después de los dos mandatos de Bush jr y con un partido republicano poco oxigenado, las apuestas a favor de Obama en este momento tienen cierto sentido. La gloria de la democracia es que hasta el último momento los electores son lo que deciden.
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