17 febrero 2008

OBAMA Y EL PODER DEL DISCURSO....


Por: Saúl Arellano Opinión Domingo 17 de Febrero de 2008 Hora de publicación: 01:21

Música en distintos ritmos, desde rap hasta “reguetón”, pasando por la cumbia y el hip hop, puede encontrarse en el sitio de internet de Youtube, dedicada nada menos que a apoyar al precandidato demócrata Barack Obama; “remakes” de canciones de los años 60 y 70 adaptados para impulsar a Obama, y nuevas letras y adaptaciones musicales que retoman nada menos que los discursos pronunciados por Obama en sus recientes apariciones públicas, interpretadas por artistas de enorme fama como Scarlett Johansson, sólo por citar un ejemplo.

No es exagerado sostener que hacía mucho tiempo en la historia política de los Estados Unidos de Norteamérica que no se presenciaba un fenómeno de masas como el que ha generado el senador por Illinois, Barack Obama, hoy enfilado en una racha de triunfos que han mostrado la posibilidad real de que obtenga la candidatura del partido demócrata para contender por la presidencia de los Estados Unidos.

Ante este “fenómeno”, habría que preguntarse ¿qué es lo que hace tan seductor a Obama? ¿Qué es lo que ha provocado que personalidades como la familia Kennedy, Oprah Winfrey, actores como Will Smith; y en general, millones de personas a lo largo de los Estados Unidos estén saliendo a votar en una elección primaria con niveles nunca antes vistos en la lucha por la nominación de ningún candidato presidencial en aquel país?

Las encuestas que se han presentado en prácticamente todos los medios de comunicación norteamericanos nos dicen que los votantes valoran sobre todo la capacidad de generar “un cambio” en Washington, incluso sobre la necesidad de contar con alguien experimentado para manejar la complejidad de la agenda internacional e interna de la súper potencia que sigue siendo Estados Unidos. En esa lógica, la identificación de los votantes con Obama es lo que ha generado, explican, las arrolladoras victorias de Obama sobre la senadora Hillary Clinton, con porcentajes cercanos al 70% de los votos, en estados incluso como Maine, que se suponía fueran favorables para la senadora por Nueva York.

Aún con ello, es importante explorar otras explicaciones. A mi juicio, lo que está ocurriendo con Obama es un fenómeno relacionado con el poder del discurso y el manejo de las identidades y de los símbolos que ha permitido que cada vez más, el porcentaje de mujeres y de población blanca y latinoamericana que apoyan a Obama se esté multiplicando a pasos agigantados y que fortalecen aún más sus posibilidades de triunfo.

En una de sus recientes editoriales el Washington Post sostenía: “Por fin alguien está logrando que su mensaje llegue a la gente; hay un mensaje claro que ha hecho que las personas se movilicen; hay alguien conectado con la ciudadanía”.

Esta conexión no se logra sólo con el diseño de un mensaje; sin duda, se requiere que haya un contenido claro y preciso; una idea que consiga ser recordada y que genere identificación entre las personas. Empero, el cómo se dice esa idea; el cómo se frasea; el cómo se transportan significados tiene que ver con fenómenos mucho más complejos que simplemente el diseño de mensajes en medios de comunicación.

Hay algo de escatológico y mesiánico en el mensaje de Obama, comienzan a sostener sus críticos; sin embargo, también hay mucho de idealismo, de “esperanza” y de llamados a la unidad, en un contexto de enorme polarización social y confusión generadas, no sólo por las repercusiones de los atentados a las torres gemelas en Nueva York, sino también a la incertidumbre de la ralentización de la economía norteamericana.

Hay algo de “estructuras profundas” en la forma en cómo comunica Obama, y quien haya presenciado, al menos a través del video o la televisión alguno de sus discursos, no puede dejar al menos de sorprenderse por el poderoso carisma y capacidad de “conexión” entre Obama y los electores. El senador por Illinois está llenando estadios; llena plazas, auditorios; gente se queda fuera y permanece aún en medio del frío o la lluvia para escuchar al precandidato demócrata al menos por 10 minutos. Esto pocas veces se ha visto y es un fenómeno digno de análisis de la sociología del poder y obviamente por la filosofía del lenguaje y el análisis del discurso.

Puede sostenerse que el mensaje de Obama es tan poderoso, porque está apelando a una lógica de una extrema sencillez, pues su mensaje se basa en tres ideas clave: 1) es necesario un cambio; 2) es necesario creer en la unidad nacional y tener esperanza en que ese cambio puede lograrse; y 3) es necesario que las personas “hagan su parte”, es decir, que voten por quien puede generar ese cambio.

Esta estructura, de suyo aparentemente tan simple, apela a profundas estructuras mentales y sociológicas, como la necesidad de la identidad simbólica; la necesidad de millones de personas de tener algo en que creer; y sobre todo, la necesidad de las personas de sentirse “parte de algo”.
Obama no ha inventado un nuevo discurso; Obama no ha generado las condiciones para que la gente esté dispuesta a creer; lo que sí ha hecho es asumir el liderazgo de una nación polarizada, lo que puede llegar a situarlo en una posición de liderazgo social mucho más allá de una precandidatura.

Hay dos mensajes que llaman la atención en esta intensa campaña demócrata: uno, el pronunciado en Iowa, en la “primera gran victoria” del senador por Illinois; en él sostuvo: “hoy hemos logrado lo que los cínicos sostenían que no podríamos, hoy comenzamos una nueva historia que no se va a detener hasta que logremos transformar a Washington”; el segundo, en su reciente victoria electoral en la llamada “jornada del Potomac” en el que dice: “hoy le hemos mostrado a los cínicos que nuestra victoria es posible; y debe quedarles claro que no se trata de cambiar a los demócratas por los republicanos, sino de transformar un sistema en Washington que no está escuchando a la gente”.

Este mensaje no es menor; apela a un cambio gigantesco que requiere un elemento que pocos estudios han destacado: la capacidad de liderazgo de Obama, en el sentido en que he hablado sobre el liderazgo en este mismo espacio en Crónica: la capacidad de generar acciones ejemplares, que le dan a las personas la capacidad moral de sostener propuestas y llamar a la acción social.

Obama votó en contra de la guerra de Irak; se opuso a la privatización y desmantelamiento del sistema de seguridad social; se ha pronunciado constantemente por una reforma humanista al sistema de educación de los Estados Unidos; ha defendido constantemente apoyos fiscales y medidas de asistencia y seguridad social para las clases medias y para los pobres; siempre a contracorriente; siempre perdiendo las votaciones en el Congreso, pero hoy, gracias a todas estas “derrotas parciales”, Obama se ha situado muy cerca de una poderosa victoria electoral y social.

Quizá me equivoque, pero aun cuando Obama perdiera la elección interna, su movimiento y su propuesta se han posicionado y han logrado calar tan hondo en el electorado norteamericano, que ha puesto en jaque a las estructuras tradicionales del poder de aquel país y ha logrado posicionar en la escena pública norteamericana y global, una agenda que nadie, ni en el Congreso ni en la Casa Blanca podrá obviar o no debatir de manera seria en los meses por venir.

La carrera por la nominación demócrata se extenderá hasta el verano, sostienen todos los expertos y analistas electorales norteamericanos. Habrá que esperar los resultados y la evolución del proceso; pero de ser cierto lo que aquí sostengo, que Obama ha logrado construir un puente de signos y símbolos con enormes mayorías de su país, pronto estaremos viendo importantes transformaciones en la configuración del poder en Washington, y eso no es un asunto menor. Al tiempo.

sarellano@ceidas.org

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