04 abril 2010

BENEDICTO XVI, ENTRE LUCES Y SOMBRAS....


El Papa, con el Cirio Pascual encendido. Afp
Efe Ciudad del Vaticano
Actualizado sábado 03/04/2010 21:43 horas
El papa Benedicto XVI ha celebrado en la basílica de San Pedro del Vaticano la Vigilia Pascual, durante la que se ha administrado los sacramentos del Bautismo, la Confirmación y la Primera Comunión, a seis adultos, cuatro mujeres y dos hombres, procedentes de Albania, Somalia, Sudán, Japón y Rusia.

La Vigilia Pascual o "Lucernario" es uno de los ritos más antiguos de la liturgia y se celebra en esta noche del Sábado Santo que San Agustín llamó "madre de todas las vigilias", en alusión a la espera de la Resurrección del Hijo de Dios.

La ceremonia comenzó en el atrio de la basílica vaticana, donde Benedicto XVI bendijo el fuego nuevo y encendió el Cirio Pascual, símbolo de Cristo, "Luz del Mundo".
Después, comenzó la procesión hacia el altar mayor, en medio de una total oscuridad y silencio en el templo, iluminado poco a poco con las velas de las miles de personas que llenan la basílica, encendidas con la llama procedente del Cirio Pascual.

Una vez llegado al altar, se encendieron todas las luces y un diácono comenzó el canto del Exultet, o pregón pascual, un recorrido sintético de la historia de la salvación.

Seis bautismos
Tras la "liturgia de la luz", el Papa Benedicto XVI bautizó esta noche a seis adultos, dos hombres y cuatro mujeres, durante la solemne Vigilia Pascual que presidió en la Basílica del Vaticano ante la presencia de miles de fieles.
La Vigilia Pascual rememora la Resurrección de Jesucristo tras la pasión y muerte en la cruz, que es el evento central de la fe cristiana. La ceremonia empezó a las 21.00 horas en el atrio de la basílica con la bendición del fuego y el encendimiento del cirio pascual, símbolo de la nueva vida instaurada por Cristo. Después, el Papa presidió la procesión hacia el altar central de la basílica vaticana.

Como cada año, durante la celebración, impartió los sacramentos del Bautismo, la Confirmación y la Primera Comunión a seis adultos de nacionalidades somalí, albanesa (2), sudanesa, rusa y japonesa.

Después de las lecturas litúrgicas, el Pontífice dedicó la homilía al tema de la vida eterna y empezó preguntándose "qué ocurriría realmente si se lograra, tal vez no evitar la muerte, pero sí retrasarla indefinidamente y alcanzar una edad de varios cientos de años".
"¿Sería bueno esto? La humanidad envejecería de manera extraordinaria, y ya no habría espacio para la juventud. Se apagaría la capacidad de innovación y una vida interminable, en vez de un paraíso, sería más bien una condena", aseguró Benedicto XIV.

En su opinión, "la verdadera hierba medicinal contra la muerte debería ser diversa" ya que "no debería llevar sólo a prolongar indefinidamente esta vida actual" sino que "debería más bien transformar nuestra vida desde dentro", es decir, "crear en nosotros una vida nueva, verdaderamente capaz de eternidad, transformarnos de tal manera que no se acabara con la muerte, sino que comenzara en plenitud sólo con ella".

Fue entonces cuando el Pontífice presentó la religión cristiana como "una vida nueva" que "comienza en nosotros". "Una vida nueva que madura en la fe y que no es truncada con la muerte de la antigua vida, sino que sólo entonces sale plenamente a la luz", explicó.
Con su resurrección, Jesucristo "nos da la alegría: la verdadera vida". "Estamos ya cobijados para siempre en el amor de Aquel a quien ha sido dado todo poder en el cielo y sobre la tierra", concluyó el Pontífice.

Mañana, el Papa presidirá otra misa en la plaza San Pedro del Vaticano, tras la que impartirá la bendición 'urbi et orbi' (a la ciudad y al mundo) a todos los presentes y a todos aquellos que sigan el evento a través de la televisión o de la radio.

Esta ceremonia concluirá las celebraciones de la Semana Santa y por la tarde, el Papa se trasladará a la residencia pontificia de Castel Gandolfo, que está situada a unos 30 kilómetros de Roma, para pasar unos días de reposo.

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