El presidente consiguirá saldar la deuda de un siglo e impulsar finalmente la reforma sanitaria.
ELMUNDO
Carlos Fresneda (Corresponsal) Nueva York
Actualizado domingo 21/03/2010 11:18 horas
Fue un republicano, Theodore Roosevelt, el primero en plantear la urgencia de una "reforma sanitaria" en EEUU en los albores del siglo XX. El demócrata Franklin D. Roosevelt lo intentó en 1935, cuando se creó la Seguridad Social, que al final nació "incompleta". Harry Truman redobló los esfuerzos, pero la Asociación Médica Americana truncó sus planes. Richard Nixon lo intentó de nuevo, con una propuesta bastante más conservadora, pero esta vez fueron los demócratas quienes no mordieron el anzuelo.
Carlos Fresneda (Corresponsal) Nueva York
Actualizado domingo 21/03/2010 11:18 horas
Fue un republicano, Theodore Roosevelt, el primero en plantear la urgencia de una "reforma sanitaria" en EEUU en los albores del siglo XX. El demócrata Franklin D. Roosevelt lo intentó en 1935, cuando se creó la Seguridad Social, que al final nació "incompleta". Harry Truman redobló los esfuerzos, pero la Asociación Médica Americana truncó sus planes. Richard Nixon lo intentó de nuevo, con una propuesta bastante más conservadora, pero esta vez fueron los demócratas quienes no mordieron el anzuelo.
Bill Clinton volvió a estrellarse contra el malecón de la reforma sanitaria, y Barack Obama estuvo a punto de caer también bajo el "maleficio". El voto de hoy, sin embargo, puede considerarse como un premio a su persistencia, después pasarse un año bregando contra la corriente y jugándose la popularidad y el tipo.
Obama entrará previsiblemente a la historia como el presidente que consiguió saldar la deuda de un siglo e impulsar finalmente la reforma sanitaria, aunque sea en una versión "devaluada" y no alcance la meta del seguro médico universal que ambicionaban muchos demócratas.
La perseverancia del presidente, especialmente en los dos últimos meses, es tan sólo comparable a la determinación a prueba de bombas de Nancy Pelosi, la criticadísima presidente de la Cámara, a punto de lograr su desquite personal contra las hordas ultraconservadoras, las mismas que lapidaron en tiempos a Hillary Clinton.
"Abriremos una puerta, y si la puerta está cerrada, saltaremos la valla. Y si la valla es demasiado alta, saltaremos con pértiga. Y si eso no funciona, nos lanzaremos en paracaídas... Pero vamos a aprobar la reforma sanitaria".
Al cabo de ocho meses de parto doloroso, con el desgaste creciente de Obama y la pujanza de esta revuelta popular de derechas bautizada como el Tea Party, muchos pensaban en enero que la reforma era ya un enfermo agonizante. El presidente y Pelosi decidieron sin embargo enviarla a la UVI y resucitarla contra todo pronóstico.
Durante dos meses, Obama ha desplegado sus armas de persuasión masiva como nunca desde que llegó a la presidencia. Aunque las encuestas no lo reflejen, sus mítines de campaña han dado resultados. Su medicina más efectiva ha sido sin embargo el "goteo": esos personalísimos encuentros con los demócratas "dudosos" (en la Casa Blanca o a bordo del Air Force One) que fueron inclinando la balanza hasta conseguir los 216 votos necesarios.
Los analistas discreparán sobre el verdadero alcance de una reforma que dista mucho de la sanidad pública de la mayoría de los países europeos y que básicamente concede subsidios para que al menos 32 millones de los 46 millones de americanos sin cobertura médica puedan acceder a un seguro.
Pero pocos se atreven a negar que estamos ante el primer gran punto inflexión en la presidencia de Obama, que tal vez se sienta con fuerzas renovadas para impulsar en el 2010 las otras dos grandes asignaturas pendientes: la ley del clima y la reforma migratoria.
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