29 enero 2011

UNICO OBJETIVO: TUMBAR A MUBARAK......

tensión en egipto
Los cambios de Gobierno no convencen a los egipcios, que continúan con la revuelta
29.01.11 - 21:27 - LAURA L. CARO
EL CAIRO
Un joven egipcio sujeta un gran cuchillo durante las protestas que se están llevando a cabo en El Cairo El centro de la ciudad, donde se congregan decenas de miles de manifestantes, está controlado exclusivamente por las tropas del Ejército, mientras que la policía vigila sólo algunos puntos determinados. / Efe
 Efe
Robando dos momias en el Museo Egipcio de El Cairo
El pillaje que aprovecha las jornadas de caos que se viven en la capital egipcia no respeta nada. El director de la Autoridad Nacional de Antigüedades, Zahi Hawas, confirmó que el viernes por la noche la víctima fue el Museo Egipcio de El Cairo. La sede del Partido Democrático del presidente Mubarak ardía al lado y «nueve enmascarados utilizaron cuerdas para llegar hasta el piso superior y apoderarse de dos momias y del contenido de una urna». «Los manifestantes atraparon a los saqueadores cuando intentaban huir, hicieron un cordón alrededor del edificio y les quitaron las piezas» que trataban de robar y que ahora están a salvo «aunque muy dañadas»..Los ladrones sabían lo que hacían, un dato que vendría a reforzar el argumento popular de que estarían siendo «los propios policías y la 'secreta' de Mubarak los que robaron para luego echar la culpa a la gente». «Esto es una revolución política, no un saqueo para destruir Egipto», defendía Ahmad Arabi a las puertas del museo..La cadena de televisión Al-Yasira transmitió ayer imágenes del interior del Museo de El Cairo que mostraban un número no determinado de antigüedades, vitrinas rotas, estatuillas hechas pedazos, además de soldados recorriendo las salas del edificio, en cuyo suelo aparecerían esparcidos cristales, piedras y obras de arte. El centro contiene unos 120.000 objetos clasificados de diferentes épocas de la historia egipcia -la mayor colección que existe en el país- y recibe cada año más de dos millones de visitantes. Entre sus reliquias se encuentra el sarcófago de Tutankamon..Con las calles vacías de policías, una escena inhabitual en una capital donde hace sólo unos días la presencia de agentes resultaba apabullante, los cairotas han de organizarse no sólo para defender su patrimonio artístico, sino también para combatir el pillaje en comercios, bancos y domicilios..«Si Mubarak se ha creído que cambiando a unos títeres por otros nos vamos a ir a casa, aquí tiene la respuesta: no hay vuelta atrás, `fuera mafioso! No vamos a permitirles que nos meta en otro túnel de la oscuridad de 30 años». La letaría de Tamer, un trabajador de la hostelería con la bandera de Egipto atada a la cintura, eriza la pasión de la masa que le escucha subida encima de un tanque del Ejército a las puertas de la plaza de Tahrir y se contagio al blindado de al lado donde los civiles comparten cigarros, bocadillos y se hacen fotos con los soldados.

A mediodía varias decenas de hombres inician el rezo musulmán arrodillados al pie de los vehículos militare. «Amamos a nuestro Ejército, están con nosotros, ahora solo queda apretar un poco más», se promete Asma Ahmad estrujando el puño con satisfacción. Como si tuviera dentro el mismísimo cuello del rais.

La inmensa protesta iniciada el viernes no se retiró en ningún momento el sábado del centro de El Cairo, a pesar de la renovación del toque de queda de las cuatro de la tarde, que nadie respetó. A pesar también de que el recurso virtual de organización, internet, siguió bloqueado, aunque sí se reanudó el servicio de telefonía.
Con los antidisturbios ya retirados de las calles, y los militares dejándose hacer en silencio, el gentío se crecía entusiasmado pensando que tienen un poco más cerca el derribo de su particular muro de Berlín. A Mubarak. Los anuncios del presidente la noche anterior de cambiar al Gobierno entero eran recibidos casi como un chiste malo por la población: «¿Está sordo?, ya empieza como Ben Alí: la voz de Egipto es `ve-te!», recordaba Doaa Saber, ejecutiva de una multinacional.

Por la tarde, el rais maquillado y engominado para la ocasión, aparecía en la televisión nacional invistiendo primer ministro al general Ahmad Shafiq, y vicepresidente a Omar Suleiman. Dos figuras respetadas. El segundo, como legendario jefe de los Servicios Secretos, reconocido en Occidente como el incansable mediador entre palestinos. y entre israelíes y palestinos, y como un diplomático que ha honrado lo mejor de Egipto. Demasiado tarde. En otras circunstancias, semejantes cambios quizás hubieran bastado para agradar y, de paso, dividir a los críticos. Pero ayer, no había transcurrido ni una hora del flamante nombramiento cuando el nombre de Suleiman se gritaba en los puentes sobre el Nilo precedido de la palabra «no». Habrá más pasos para intentar rebajar la presión, pero parece que Egipto no se conforma.

¿El Ejército, de parte del pueblo?
«Creo que el sistema va a caer, la gente no va a quedarse con esto, haya más víctimas o no», analizaba para ABC Heba Raouf Ezzat, profesora de Políticas en la Universidad de El Cairo, aunque admitía que «el escenario está muy abierto». A su juicio, pensar que el Ejército se ha puesto de parte del pueblo no es más que una ilusión. «Están a la espera de recibir órdenes, falta una reunión crítica de Mubarak con el jefe militar, Sami Annan, que viene de Washington, y a partir de ahí decidirán si apoyan al poder o a los egipcios. Decidirán nuestro futuro».

La posibilidad de una masacre como la de Irán del año pasado, de que todavía se abra fuego contra las protestas para disolverlas con sagre, está en la mente de muchos. «¿No ven que el Ejército está en medio de la ciudad para proteger a Mubarak?... están protegiendo su Parlamento, su Ministerio del Interior, su televisión y, por supuesto, la Embajada de EE.UU., no a nosotros, y cuando se lo pidan dispararán a las manifestaciones, aventuraba con amargura una periodista free-lance egipcia. Pero todavía hay pesimismos mayores.

«¿Qué puedo decir, estoy completamente abatido por lo que está pasando y no tengo palabras. ¿Qué quiere este hombre?», se preguntaba el experto Abdulfatah Algebali, del reputado Centro de Estudios Estratégicos Al Arma, incrédulo ante la estampa del presidente aferrándose al poder.

La respuesta la dio hace tiempo el famoso columnista Amis Mansour, que escribió en el diario gubernamental una frase que aquí no olvidan: «Mubarak no recibe órdenes de nadie, tampoco del pueblo». Por primera vez, hasta un clérigo musulmán, el jeque egipcio retirado en Qatar Yussef Qaradawi, alzó la voz para pedir ayer que «por favor» el presidente «renuncie a su cargo».
El foco de las protestas en la consecución de ese objetivo es tal que la mayoría de los ciudadanos se desconcierta cuando se les pregunta quién podría liderar el día después. «No lo sé, pero la calle lo sabrá: la libertad sin miedo nos guiará», aventura un iluminado Mina Magdy, desempleado. «Mohamed El Baradei en un primer momento de transición, o ya se verá», opina el agente de seguros Asharf Seimi, en alusión al Premio Nobel ahora bajo arresto domiciliario

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