10 diciembre 2009


YOLANDA MONGE Oslo 10/12/2009

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El presidente de EE UU, Barack Obama, ha recibido hoy en Oslo el premio Nobel de la Paz. Tras serle entregada la medalla acreditativa por parte del presidente del Comité Noruego del Nobel, el mandatario estadounidense ha centrado su discurso, paradójicamente, en la guerra. Consciente de que muchos se oponen a la concesión de un premio al "comandante en jefe de un país inmerso en dos guerras", Obama ha tratado de hacer entender en su alocución que "a veces, la guerra está justificada" y ha subrayado que recibe el premio con "humildad", dado que "comparado con otros" que recibieron el galardón, "estoy en el comienzo de mi trabajo, no en el final, y mis logros son pequeños".

En una solemne ceremonia en el Auditorio del Ayuntamiento de Oslo, Obama ha pronunciado otro de esos discursos cargados de oratoria brillante. Ha comenzado aceptando que el premio Nobel de la Paz de este año ha sido origen de una "controversia", dado que su mandato apenas ha echado a andar y poco tiene que ofrecer más allá de buenas intenciones. Ha reconocido que es criticable que se conceda este premio al presidente de un país que ahora mismo libra dos guerras: la de Irak -que "está terminando"- y la de Afganistán -que "EE UU no buscó".

Por ello ha dedicado gran parte de su discurso al concepto de "guerra justa". Lo es la de Afganistán, a su juicio, ya que es respuesta a una agresión -los atentados del 11-S-, como lo fue la iniciada por EE UU contra el Irak de Sadam cuando invadió Kuwait en 1991. Como presidente de EE UU, ha asegurado que no dudará en proteger a sus ciudadanos cuando se vean amenazados.

Aún en este tipo de conflictos, deben siempre respetarse unas reglas del juego. "Cuando la fuerza es necesaria. "Cuando el uso de la fuerza es necesario, tenemos un interés estratégico y moral en comprometernos a ciertas reglas de conducta. Incluso cuando nos enfrentamos a enemigos despiadados que no respetan reglas, creo que EE UU debe seguir siendo abanderado en la conducción de la guerra". Lo que diferencia a EE UU, ha dicho, de sus enemigos, es el apego a esos estándares morales. "Por eso prohibí la tortura, por eso ordené el cierre de Guantánamo y por eso he reafirmado el compromiso de EE UU con la Convención de Ginebra".


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