08 octubre 2007

BIOGRAFOS Y ESCRITORES PIENSAN SOBRE LA FIGURA DEL CHE GUEVARA..

Pido lo imposible, lo más inmerecido, lo que me atreví a hacer una vez, cuando él vivía: pido que sea su voz la que se asome aquí, que sea su mano la que escriba estas líneas. Sé que es absurdo y que es imposible, y por eso mismo creo que él escribe esto conmigo, porque nadie supo mejor hasta qué punto lo absurdo y lo imposible serán un día la realidad de los hombres, el futuro por cuya conquista dio su joven, su maravillosavida. ( Julio Cortázar. 1967 Un niño junto a la estatua del Che levantada en La Higuera, Bolivia, donde fue asesinado en octubre de 1967
EFE - 08/10/2007

40 VECES CHE......
Hace cuarenta años caía el Che Guevara en Bolivia y su figura se convertía en una bandera de la lucha contra la injusticia en todo el mundo-

HACE 40 AÑOS APRESABAN AL CHE GUEVARA PARA FUSILARLO EN LA HIGUERA, BOLIVIA

El hombre que se hizo emblema.

Primero se lo dio por muerto en el combate de la quebrada de Yuro, después lo fusilaron. Y su memoria creció a partir de ese día entre polémicas y exaltaciones. Nuevos aspectos de su vida y su pensamiento fueron saliendo a la luz. Su figura se convirtió así en el emblema de las luchas contra la injusticia en todo el mundo.

URBANO, UNO DE LOS CINCO SOBREVIVIENTES DE LA GUERRILLA
“A la una oí los primeros tiros”

Por M. P.desde Vallegrande, Bolivia.

Su presencia había sido anunciada sin mucho aspaviento, y muchos asistentes al encuentro no llegaron a saber qué tan importante era el personaje en cuestión. Apenas un afiche escrito a mano y con fibrón anunciaba a “Urbano, ex combatiente que peleó con el Che”. El improvisado cartel había sido colocado en la puerta del teatro parroquial. Era una salita ubicada detrás de la iglesia, que los pobladores, orgullosos, se obstinan en llamar Catedral. Cuando la cara morena y el cuerpo macizo de Leonardo Tamayo, “Urbano”, aparecieron en el escenario algunos todavía se preguntaban cuál sería el panelista que había combatido en Bolivia junto a Ernesto Guevara. Pero la confusión se terminó cuando Tamayo comenzó a recordar los pormenores de aquel 8 de octubre de 1967.

Con frases cortantes que el sentido común atribuiría al estilo de un hombre de acción, Urbano fue desplegando su historia sin dejar que en el aire volara una mosca. Acompañaba su relato con anécdotas graciosas, pero a medida que fue avanzando en la cronología de los hechos se le hizo imposible obviar la sucesión de muertes (“En una revolución se triunfa o se muere”, había dicho el Che). Urbano explicó cómo las caídas de sus compañeros comenzaban a afectar al jefe. Contó el silencio de toda una noche con que el Che sobrellevó la muerte de Carlos Coello, “Tuma”, uno de los guerrilleros más jóvenes.

A Urbano lo acompañaba otro ex compañero de Guevara en la guerrilla, Enrique Acevedo, aunque éste lo había tenido como jefe durante la ofensiva desde la Sierra Maestra hacia el centro de la isla. “A las diez de la mañana del 8 de octubre fue la última vez que vi al Che. A la una de la tarde oigo los primeros tiros. Nos habían cerrado la Quebrada por abajo y los tiros comenzaban por arriba. Era un cerco”, contó Urbano. Los campesinos de la zona del Altiplano y simpatizantes de Evo ocupaban buena parte del teatro. Era la primera vez que veían tan cerca a uno de los participantes de la guerrilla del ELN. El cubano fue uno de los cinco sobrevivientes de esa guerrilla.

Urbano tampoco eludió la polémica. Mientras leía fragmentos del Diario del Che en Bolivia, contó cómo fueron las negociaciones con el secretario general del PC de Bolivia, Mario Monje. El silencio se hizo notar. Algunas interpretaciones más recientes hechas por autores bolivianos habían intentado relativizar aquella lectura de que el PC de Bolivia dejó solos al Che y sus hombres. Esa hipótesis no pareció convencer para nada a los cubanos.

HOMENAJE AL CHE EN LA HIGUERA.

Un viaje hacia el último día de Ernesto Guevara

Cientos de jóvenes llegados de todas partes del mundo más bolivianos y argentinos comenzaban ayer su marcha desde Vallegrande hacia La Higuera, donde fue fusilado el Che Guevara tras ser capturado el 8 de octubre de 1967.

Por Martín Piquédesde Vallegrande, Bolivia.

La tarde empieza a morir sobre la plaza céntrica de esta ciudad colonial fundada en 1614. El cielo se tiñe de un azul oscuro, las campanas de la iglesia señalan que ya son las seis. Una colorida bandera wiphala, que representa a todas las etnias de los Andes, se agita sobre un camión atestado de gente. Se escuchan gritos, un rubio con aires de hippie corre desesperado y logra aferrarse a una pequeña escalerita en el costado del vehículo. Es la señal que esperaba la multitud. Una señal de largada hacia el camino que todos quieren recorrer en la noche que se asoma. La ruta hacia La Higuera, el poblado en el que el ejército boliviano mató a Ernesto Guevara por orden de la CIA. Los participantes se trasladarán trescientos kilómetros hacia el sudoeste, hasta llegar a la escuelita en la que el soldado Mario Terán fusiló al Che con ráfagas de ametralladora en el pecho para que pareciera muerto en combate.

Los visitantes recorrerán en sentido inverso el mismo camino que hicieron los militares bolivianos que querían mostrarle al mundo el cadáver del Che. Llevaron su cadáver desde La Higuera hasta Vallegrande, allí lo exhibieron en la pileta de la lavandería del hospital. Un reportero gráfico al servicio del ejército, Fredy Alborta, retrató ese instante en el que alrededor del cuerpo tendido se veían hombres codeándose por aparecer en la foto. La imagen también recorrió el mundo, como la postal de Korda. El ensayista inglés John Berger comparó el rostro y la escena con el cuadro La lección de anatomía, de Rembrandt. Esa pileta de lavandería se ha convertido en un lugar de introspección, de peregrinación casi religiosa. En sus paredes hay cientos de inscripciones.

La caravana de vehículos comienza a salir de Vallegrande, el silencio se apodera de la plaza que hasta hace minutos era el lugar de encuentro de los participantes del II Encuentro Mundial Che Guevara. Es el segundo foro que se organiza en Bolivia con motivo del aniversario de su muerte. El primero se hizo hace diez años, cuando el ultraderechista Hugo Banzer gobernaba Bolivia y se cumplían treinta años de su caída. Esta vez el contexto es muy distinto: con Evo Morales en el gobierno, las actividades en homenaje al Che recibieron el apoyo explícito de la administración boliviana. Diez años atrás el encuentro había sido posible gracias al impulso de organizaciones sociales, sindicatos y estudiantes: toda una parábola de las transformaciones políticas en este país. Pero los cambios no les gustan nada a los sectores poderosos del Oriente.

Tras la lluvia que cayó durante toda la noche del viernes, las callecitas de Vallegrande están cubiertas por una capa mínima de agua y barro que obliga a caminar con cuidado. Los visitantes caminan haciendo equilibrio, algunos aprovechan las lonas que los comerciantes han colgado sobre las veredas. Así protegen su oferta de productos, que va desde las “salteñas”, empanadas de harina de maíz rellenas con papa y carne, hasta los típicos sándwiches de carne de cerdo con cebolla y tomate que se preparan a la vista. Entre los transeúntes aparece el cantautor uruguayo Daniel Viglietti. Su presencia también es otro pequeño indicio de los cambios que asustan a la burguesía cruceña. Por las calles también se puede ver a varios cubanos que combatieron con el Che en la Columna Cuatro y en el ELN de Bolivia. Uno de ellos es moreno y lleva una camisa blanca, no una guayabera. Aunque nadie parece haberse dado cuenta, tiene los mismos rasgos que el joven de rostro anguloso que aparece en el identikit del ejército que se ve en la muestra fotográfica. El identikit ofrecía una recompensa y lo llamaba Urbano. Así le decían en el ELN: su nombre completo es Leonardo Tamayo y es uno de los cinco sobrevivientes de la guerrilla de Ñancahuazú. Luego del mediodía, Urbano participa de una conferencia en el Teatro Parroquial. Algunos testigos se sorprenden al enterarse de que era uno de los dos escoltas del Che (ver aparte).

Los pequeños negocios de Vallegrande siguen su ritmo habitual, aunque agradecen con una sonrisa la llegada de visitantes dispuestos a gastar algunos dineros. En el cafetín La Cueva se reciben tandas de alemanes e italianos. Por el televisor del salón están pasando el clásico River-Boca, al que el dueño parece no prestarle atención. Al conocer el resultado, el cronista de Página/12 hará un esfuerzo para hacer lo mismo. En la ciudad se ven pocos argentinos, dos militantes de Libres del Sur y el Movimiento Evita, otros de la Brigada General San Martín. Por la tarde aparecerá un grupo de catorce jóvenes maoístas del Partido Comunista Revolucionario.
Todos ellos estuvieron en el primer acto importante del encuentro, la entrega de diplomas del programa de alfabetización “Yo sí puedo”.

Los cubanos se pueden identificar por su acento alegre, sus bigotes y una gorrita deportiva con la estampa del Che. Lejos del estilo protocolar tan habitual en los partidos mayoritarios argentinos, la delegación de la isla no hace distinción entre funcionarios, colaboradores y custodios. Se puede confundir al embajador de Cuba en Bolivia, Rafael Dausá Céspedes, con uno de sus allegados: todos los cubanos visten parecido. “Cada vez que llego a la escuelita de La Higuera se me ponen los ojos húmedos. No puedo dejar de pensar que esa tierra está bendecida por la sangre del Che”, cuenta Dausá Céspedes a Página/12.

Por la mañana, el diplomático encabezó el acto con los alfabetizadores. El embajador de Cuba hizo allí un balance de la tarea de los 2180 médicos y los 119 educadores que la isla envió a Bolivia por pedido de Evo. “Si el gobierno y el pueblo boliviano nos piden más, habrá más. Nosotros no seremos nunca dueños de ninguna concesión minera, no seremos dueños de ningún pozo petrolero. Seremos dueños del cariño y el amor del pueblo boliviano”, dijo Dausá Céspedes. Los asistentes lo aplaudieron, en Bolivia se está hablando mucho de los efectos de la asistencia cubana. Esa ayuda llega también hasta la Argentina (Página/12 pudo ver cómo dos ancianas argentinas cruzaban la frontera desde Pocitos a Salvador Mazza con uno de sus ojos vendado. En Bolivia habían sido operadas de cataratas o pterigio, una enfermedad de la córnea, por especialistas cubanos).

Antes de que la caravana parta hacia La Higuera, en la plaza se empiezan a juntar los que quieren viajar, los que aún no saben a qué vehículo subirse. Frente a la Casa de la Cultura se realiza una muestra de teatro callejero. Unos jóvenes se disfrazan detrás de una 4x4 de la Confederación Sindical Unica de Trabajadores Campesinos de Bolivia (Csutcb), los recibe un gentío en forma de ronda. Se trata del grupo de teatro Los Igualitarios. Representan la historia reciente de Bolivia. El más alto de los actores aparece disfrazado de Tío Sam, el público –en su mayoría bolivianos– lo recibe con abucheos y risas. Otro personaje lleva lentes oscuros, peluca rubia y habla como un gringo. Es Goni, o Gonzalo Sánchez de Losada, el ex presidente acusado de genocidio por reprimir las protestas sociales: “Mira las riquezas naturales que tiene Bolivia”, le dice Goni al Tío Sam. Los actores se ríen, el público también. Tras quitarse el sombrero de barras y estrellas, el actor que representó a Tío Sam dice que el Che los inspiró para hacer la obra. Que lo mismo hizo con el pueblo boliviano.

"ERA UN ARGENTINO COJONUDO, VALIENTE HASTA LA LOCURA"

El hombre más cool de la década de JFK y Malcolm X, el vagabundo que vagaba mundos, un Icaro latinoamericano... Jon Lee Anderson, Paco Ignacio Taibo II, Abel Posse, Mariano Rodríguez Herrera y Ciro Bustos analizan la intensidad política del Che y cómo llegó a convertirse en un símbolo que excede a la revolución y a la lucha antiimperialista.

“El Che es más que un mito. Es una bandera de las ideas más nobles”, sugiere el historiador cubano Rodríguez Herrera.

Por Silvina Friera.

Fue un meteoro político cuya intensidad y audacia se potencian y expanden por el mundo en un monosílabo que suena, de acuerdo con quien lo pronuncie, como sinónimo de revolución, de lucha antiimperialista, irreverencia, rebeldía, idealismo o romanticismo. Hace cuarenta años, segundos antes de morir en una escuela de La Higuera, Ernesto “Che” Guevara le dijo a su verdugo, el sargento boliviano Mario Terán: “Apunte bien y dispare. Va a usted a matar a un hombre”. En el preciso instante en que las dos ráfagas de fusil automático fueron descargadas sobre el cuerpo del Che, moría el hombre y empezaba a nacer el mito. El periodista y biógrafo Jon Lee Anderson, los escritores Paco Ignacio Taibo II y Abel Posse, el historiador cubano Mariano Rodríguez Herrera y el argentino Ciro Bustos –miembro fundacional del Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP) y uno de los hombres de mayor confianza de Guevara en Bolivia– repasan junto a Página/12 las imágenes que se fueron cristalizando en torno del mito: el hombre más “cool” de la década de Marilyn Monroe, JFK, Malcolm X y Jim Morrison; el Icaro latinoamericano; el vagabundo “que vagaba mundos”; el argentino cojonudo, “valiente hasta la locura” que combatía de pie; el referente y punto de apoyo moral para muchos jóvenes del mundo, el hombre que murió con dignidad, “como el personaje del cuento de London”, según plantea Ricardo Piglia.

Icaro latinoamericano
“Lo más increíble del Che es el hecho de que intentó cambiar el mundo desafiando al poder más fuerte de la tierra, y lo hizo poniéndose él mismo en el campo de batalla”, opina Jon Lee Anderson desde Nueva York. “Su historia, su vida dramática, su imagen varonil, la forma en que murió, valientemente, y lo que preconizó, cambiar el mundo, lo hacían un personaje totalmente singular, un símbolo universal del idealismo y la rebeldía, cualidades por excelencia de la juventud”, añade el autor de Che. Una vida revolucionaria. “Como Icaro en la mitología griega, intentó volar al sol y murió en la hazaña, desoyendo a su padre –compara su biógrafo-. Es universal la admiración que tenemos hacia este tipo de figuras, aunque sean condenados a morir por su audacia.”

–¿El Che es uno de los primeros iconos de la globalización?

–El Che es, sí, uno de los primeros iconos de la globalización, pero de la globalización temprana que comenzó antes del boom de los últimos quince años. Es además una figura de culto retro-chic; era el hombre más cool de la década de Marilyn, JFK, Malcolm X y Jim Morrison. Pero por su contenido político, tiene más peso y vigencia que todos ellos; su legado es haberse convertido en casi la destilación de los sueños de cambio radical de aquella época desvanecida pero añorada.

El vagabundo
“Cuando compones el cuadro del Che, encuentras un montón de cosas que no se corresponden con los estereotipos del héroe militar ortodoxo”, dice Taibo II, uno de los biógrafos del Che. “Encuentras un vagabundo, un antijerárquico, un irreverente, un igualitario, un amante de la poesía.” La semana pasada llegó a las librerías del país El cuaderno verde del Che (Seix Barral), una antología integrada por 69 poemas de Pablo Neruda, Nicolás Guillén, León Felipe y César Vallejo, copiados por Guevara en la selva boliviana, con prólogo de Taibo II. El libro fue encontrado por tres oficiales y un agente de la CIA en la mochila del Che, pocas horas antes de que fuera asesinado. “Todo intento de sesgar al Che es un error grave. Me ponen los pelos de punta los libros que sesgan al personaje y no lo meten en contexto”, advierte Taibo II. “Cuando la izquierda más neardenthal de América latina toma ocho frases del Che y se queda con la guerra de guerrillas, pierde al Che, se le va. Cuando lo quieren reducir al animal político y no toman en cuenta la cotidianidad de los actos políticos antijerárquicos del Che en la vida diaria, se les va el Che, lo pierden, no es ése. El Che es básicamente un hombre que habla con hechos que son de composición múltiple. Tiene una vertiente de vagabundo que toda su vida lo ha de acompañar. Y esta vertiente es muy sana. El término vagabundo ha sido calumniado por la burguesía, que lo ha sustituido por ‘turista de élite’, los que recorren los países con vidrios polarizados. El Che era un vagabundo, vagaba mundos.”

Argentino cojonudo
El periodista, historiador y escritor cubano Mariano Rodríguez Herrera pertenecía a la célula de Propaganda del movimiento 26 de Julio. Le enviaba al Che, desde su provincia, Camagüey, noticias sobre las acciones del 26 para que el Che las trasmitiera por Radio Rebelde, la emisora que fundó y dirigía en la Sierra Maestra.

“Los compañeros de la Sierra decían que era un argentino cojonudo, valiente hasta la locura, que muchas veces combatía de pie”, recuerda el escritor en diálogo con Página/12. “No todos los jóvenes conocen al Che sólo por las remeras y posters. En Cuba, por supuesto, no es así. Se le conoce por toda su vida de revolucionario de una pureza de ideales únicas”, aclara el autor de Tania, la guerrillera del Che, recientemente publicado por Sudamericana. “En cuanto al resto del mundo, es cierto que se le conoce por las remeras y los posters, pero muchos de los jóvenes que usan esas remeras participan en manifestaciones contra la guerra en Irak y contra el asesino múltiple de mujeres y niños que es Bush. El Che es más que un mito. Es una bandera de las ideas más nobles de la condición humana, como decía André Malraux, y las banderas, aunque les dispares con una ametralladora, como hicieron con Guevara en La Higuera, y las llenes de perforaciones, siguen flotando en su asta bajo el sol de cada día.” Rodríguez Herrera considera que muchos aspectos de la vida del Che contribuyeron a generar el mito. “Desde niño fue consecuente con sus ideas y por ellas luchó en Cuba, en el Congo y en Bolivia. El se consideraba un Quijote, por eso, en la carta de despedida a sus padres, escribió: ‘Ya estoy nuevamente con mi adarga al brazo y siento bajo mis talones los hijares de Rocinante. Me dicen aventurero y lo soy... pero de nuevo cuño, de los que arriesgan el pellejo por sus ideas’.”

Punto de apoyo moral
Che Guevara, el pensamiento rebelde (Peña Lillo, Ediciones Continente), de Guillermo Almeyra y Enzo Santarelli, es uno de los libros reeditados por el aniversario de la muerte de Guevara. En el prefacio a esta nueva edición, Almeyra, historiador argentino y doctor en Ciencia Política, escribe: “Perdió la vida –que para él no valía nada si no se la ponía al servicio de la liberación de la humanidad– no por quimérico sino por optimista, no por tener una supuesta pulsión suicida sino porque no midió a fondo el miedo y el odio que despertaba entre los burócratas de los partidos comunistas y confió demasiado en ellos, que lo dejaron solo o lo traicionaron, como los dirigentes del PC boliviano”. Almeyra señala que el Che luchó contra los excesos del arbitrio y de la brutalidad de la burocracia, y subraya que Guevara salvó de la prisión y quizás de la muerte a revolucionarios que tenían ideas propias y que se opuso a la destrucción del plomo de la edición cubana de La revolución traicionada, de León Trotsky, sosteniendo que quienes no estaban de acuerdo con esas u otras obras deberían rebatirlas y no hacerlas desaparecer. “Su lucha antiburocrática se convirtió así involuntariamente en un combate contra la superficie, los epifenómenos, de esta plaga de la sociedad moderna y contra las manifestaciones más groseras del burocratismo: la corrupción, la ignorancia, la incapacidad, el autoritarismo. De ahí su popularidad aún hoy en Cuba y en buena parte de la juventud mundial, pues quienes rechazan los privilegios, la corrupción, las órdenes sin sentido ‘desde arriba’ encuentran en el Che un punto de apoyo moral y un modelo político”.

Suicidio colectivo
“Es una obligación recordar el corto período en que se desarrolla tanto su vida, como su accionar, en circunstancias históricas que han cambiado casi totalmente. Sobre todo, en lo que hace a la factibilidad de poner en práctica sus ideas”,
dice Ciro Bustos, desde Malmö (Suecia), donde está radicado desde mediados de los ’70.

“La miseria universal y la injusticia son mayores, pero el poder opresor también, polarizado en torno al imperio. La idea central de sus propuestas –enfocadas teóricamente en sus escritos–, es la de que no se llega a ningún cambio social, favorable a los desposeídos, sin luchar. Pero en aquel entonces las luchas contra explotadores locales o regionales se enfrentaban al mismo nivel de fuerzas represoras, locales o regionales. El poder global, actúa ahora –con tecnología de manos limpias–, directamente contra los pueblos en que se produzcan brotes de la voluntad de luchar, y con una estrategia transparente, dejando en evidencia que lo que importa son las reservas de bienes materiales y no los humanos. La lucha armada es un suicidio colectivo”, plantea Bustos, que acaba de publicar El Che quiere verte (Vergara), memorias en las que repasa, después de cuatro décadas de silencio militante, su experiencia en Salta y Bolivia

“Las mitificaciones se usan a veces para mistificar, y la verdad resulta ser víctima de deformaciones interesadas. No he sido más que un testigo y partícipe de hechos que han cobrado fuerza histórica. Pero tenemos la obligación de testimoniar para que nuevas generaciones puedan rearmar la historia verdadera. Lo que no se podía decir entonces, se debe decir ahora.” Bustos cuenta la nostalgia del Che por Argentina: “En cuanto encontraba el hueco necesario en el caos, me llamaba para conversar, junto a su hamaca y hasta en mis puestos de guardia. De pronto, no había una guerra desatada, no había mosquitos, no teníamos hambre. Ni siquiera había planes frustrados. Era, quizás, la última oportunidad de rememorar motivaciones que lo habían puesto en marcha y a las que no pudo regresar”.

Un hombre de acción
En Los cuadernos de Praga, reeditada por Emecé, el escritor Abel Posse propone un acercamiento a la personalidad humana del Che, indagando en un episodio poco conocido de su vida: la estadía secreta en Praga, durante cinco meses (antes de la batalla final en Bolivia), por donde “andaba disfrazado de burgués, con lentes y traje gris, y hacía bromas de su condición”. Posse sugiere que sólo la novela podía liberarlo de su imagen de profeta de la liberación. “Elegí la novela como forma de rescatarlo en su realidad humana y al mismo tiempo enaltecerlo en su coraje un poco inútil”, afirma Posse. “El Che fue derrotado como militar, pero fue un combatiente que defendió sus ideas hasta la muerte. Fue uno de esos pocos personajes que tuvieron un destino rutilante, que fue la perfección de un símbolo. Es como si hubiera esculpido una figura para la posteridad. El Che no aportó grandes ideas al marxismo. Era un combatiente, un guerrero, un hombre de acción”, plantea el escritor.

“La juventud está viviendo un tiempo de decadencia, no hay ideas nobles por las cuales luchar; entonces, la imagen del Che se enaltece casi hasta un punto religioso.”


FESTIVAL DE MUSICA EN PLAZA DE MAYO POR EL CHE
“Hasta siempre” a puro rock...
“Cuando lo quieren reducir al animal político... se les va el Che”, dice Paco Ignacio Taibo II.

Por Eduardo Videla

Hace cuarenta años que lo mataron. La Plaza de Mayo, esta tarde, luce casi completa. A veces hay sol, a veces las nubes amenazan con estallar, pero nada puede correr a los chicos. Un conglomerado variopinto de ro-ckers –cepa pura–, familias jóvenes y militantes universitarios. Está quien sostiene las banderas rojas de, al menos, tres agrupaciones presentes –MST, PO, PCR–, está quien acompaña la mística del Che desde una subjetividad distinta. Más desde el corazón que de la cabeza, más desde una apropiación libertaria –difusa pero romántica– que de la esperanza concreta, real de utilizar su ejemplo para que algo cambie. Son los existencialistas de suburbio. Con remeras de La Renga, o de Los Gardelitos, o de Intoxicados, o de Callejeros. Pero una consigna los aúna... estar ahí, en la plaza, dando el presente.

El eclecticismo tiene que ver con la pretensión inclusiva de los convocantes: la FUBA, HIJOS, el MUR y la FULP –integrantes de la comisión de homenaje al Che– hicieron a un lado las asperezas ideológicas y convocaron a la juventud. Bajo ciertas coordenadas precisas –solidaridad con Venezuela, Cuba y el movimiento obrero de Bolivia, contra la Ley Guantánamo–, convocaron a numerosos grupos de música. Y entonces, la gran cantidad de rolingas apartidarios que esperan a La 25 están debajo de la bandera más grande de la plaza, que pide por los estados unidos socialistas de América latina; la venta de libros revolucionarios de color rojo, con puestos improvisados que venden artesanías o fotos de Guevara; rondas de mate, vino o cerveza con familias y chicos con globos. Los grupos son muchos. Hay de folklore –resalta Bruno Arias–, hay otros de tango –La Percanta– y ciertas expresiones rioplatenses como Alejandro Balbis y los Caballeros de Peluca, que ensayan una versión a marcha camión de “Hasta siempre”; hay murga pura y grupos de teatro, pero lo que prolifera es el rock. El escenario es pequeño y los organizadores se quejan, porque la luz se corta a cada rato. “Esto es un boicot. Hay gente interesada en que esto salga mal”, grita otro. Aztecas Tupro –ska fiestero y poderoso– sufre las consecuencias.

En el fondo del escenario sólo hay una consigna: “Si el presente es lucha, el futuro es nuestro”. Entre banda y banda llegan adhesiones: la del Frente Sandinista se mezcla por Argentilandia (programa de la radio La Tribu). Pablo Webhe, cantante de Aztecas Tupro, pide que la fiesta sea con paz y respeto. Las tribus actúan en consecuencia. Motokeros hacen flamear sus banderas negras. Una juntada de punkies espera por Dos Minutos, otros –menos ataviados– por Las Manos de Filippi y ciertos rastas copan el centro de la plaza para ver a Karamelo Santo. El Che vive en todos ellos, en algunos como “un chabón grosso”; en otros, como la guía para edificar futuro; en otros, apenas como icono de bronce. Cada uno, hoy, tiene su Che.

AUN A RIESGO DE PARECER RIDICULO

Por Alberto Szpunberg *

Fue en un bar de Once. Me senté, como era la norma, de cara a la puerta, a esperar al compañero. De pronto, alguien puso más fuerte la radio. En el bar se hizo un silencio que se impuso de golpe, como el del mar cuando se retira. Entró el compañero, se sentó a la mesa, me miró a los ojos y nos lo dijimos todo. Venía de enterarse en el colectivo. Al menos, para nosotros, los de la Brigada Masetti, era una muerte anunciada. Sabíamos desde un principio que el Che estaba en Bolivia y el mensaje de Ciro Bustos, ya preso en Camiri, había sido muy claro: la situación era desesperante. El Che estaba sentenciado, tanto por los enemigos como por los amigos. Un compañero había viajado a La Habana para transmitirlo, pero había topado con un muro de silencio. Y nada pudimos hacer, aunque lo intentamos. Estábamos solos. Claro, en ese momento, no lo sabíamos. Lo sabemos ahora, cuando el reflujo del mar continúa. De todos modos, la eventualidad de la muerte era parte de nuestra vida cotidiana y el Che, por suerte, no era inmortal, sino empecinadamente humano. Incluso hasta en sus errores, empecinadamente humano. Y el compañero y yo salimos del bar y nos fuimos a seguir con nuestras tareas. Al fin y al cabo, era lo que el Che nos había enseñado.

Y así fue: el Che murió solo, con un puñadito de solos, exhaustos, desperdigados, perseguidos como perros, pero fieles al sueño de “una humanidad que ha dicho basta y se echó a andar”. Quienes entonces lo odiaron, lo convirtieron en moneda de cambio y hoy lucran con su imagen. Es su manera de rematarlo. Quienes en su momento lo traicionaron, hoy lo convierten en bronce, liturgia, mero retrato, y hasta lo pasean en procesión. Quienes lo amaron y aún lo aman, estuvieron y están solos, pero insisten, quizá por eso que él mismo nos dijo: “Aun a riesgo de parecer ridículo, diría que un revolucionario se mueve por grandes sentimientos de amor”. Y el amor no necesariamente es correspondido por la razón, y mucho menos por la razón de Estado. Quienes lo amaron y aún lo aman no hablan mucho, contemplan el mundo con estupor, rechazan los cargos, los galones, las medallas y, “aun a riesgo de parecer ridículos”, tozudamente aman lo que aman: esa humanidad tan inmensa que cabe en una sola sílaba, minúscula y en minúscula. Porque nunca un monosílabo, para colmo inserto en el lenguaje más cotidiano, dio tanto que hablar. ¿Quién de nosotros que invoque al prójimo no reitera su nombre? Y acá estamos, a la espera de la marea alta que, sin duda, si los mares no se secan, tarde o temprano se echará a andar.
–¿Vos creés?
–Sí, che, quiero creerlo.
* Poeta, autor de El Che amor.
Fuente: Pàgina/12
Foto: El Paìs

2 comentarios:

  1. Yo me quedo con el libro "El canalla ;la historia verdadera,hasta la derrota siempre",de su autor Nicolás Márquez,basado en los manuscritos del mismo Ché.Qué más,ahora no creen ,eso es problema de ustedes.

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  2. Cuanto me alegro la muerte de este mostruo asesino,que mató a cientos en el campo de concentración "la Cabaña".Testimonios indican que él ordenó la muerte y ejecuciones en sus juicios de "24 horas",él era juez y parte.Mató incluyendo a los aliados,a los que pelearon junto a Castro para echar a Fulgencio Batista dictador cubano,es más EE.UU apoyó a la revolución cubana,ya que no pensaba que se iba a convertir en comunista,es más ,CASTRO ASEGURABA Y REASEGURABA QUE NO ERA "LENINISTA,MARXISTA",PERO AL FINAL ,en un discurso público,se declara "marxista y leninista" ALGO QUE HIZO FELIZ A "ché" Guevara.Los civiles que pelearon en las calles,militares que apoyaron con armas y rindiendose ante Castro,fueron vilmente traicionados,asesinados.Los buenos cubanos que querían la democracia plena,sólida se llevaron un "chasco" con Castro,les persiguió,los echo fuera del país,también les quitó la libertad de irse del país a los que querían abandonar la isla,les decomisó sus propiedades,negocios,fueron engañados.Muchos huyeron en balsas,otros aprovecharon los pocos días de estatus quo,para que puedan irse.La última vez fue en 1980,ante un gran desplazamiento de refugiados cubanos que llegaron en barcos a la Habana para llevarse a sus familiares ha Miami USA.NO HAY PERDÓN PARA ESTOS COMUNISTAS ASESINOS,esclavisadores,explotadores.

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