26 julio 2012

EVITA, 60 AÑOS DE INMORTALIDAD....

Evita, 60 años de inmortalidad

La figura de la mujer de Perón, convertida en mito, se normaliza y sigue presente en la vida argentina

Internacional| 25/07/2012 - 23:28h
Eva Peron, conocida como Evita, fotografiada en Buenos Aires el 1951 AFP
Robert Mur | Buenos Aires
Corresponsal
Si Evita viviera vería que ya no es tan odiada, pero tampoco tan apasionadamente amada. Hoy se cumplen 60 años de su muerte y su figura es indiscutiblemente un mito, pero ahora es un mito sosegado. Sigue presente en la vida política argentina, como el peronismo, y continúa causando controversia. Para muchos, Eva Perón es un modelo a seguir. Sin embargo, ya no genera la locura que provocó su beatificación popular y acabó con su cuerpo momificado, secuestrado y dando tumbos por el mundo. Evita descansa en paz -bajo tres planchas de acero- en el mausoleo de la familia Duarte del cementerio porteño de la Recoleta, lugar de peregrinación turística obligada cuando se llega a Buenos Aires.

A falta de un gran acto nacional, pequeños homenajes a Evita, de corte institucional e impulsados desde el peronismo, se multiplican esta semana por todo el país. Pero un importante paso para la normalización social de la reina de los descamisados podría llegar en breve si se concreta la puesta en circulación de un billete de cien pesos con la efigie de la segunda esposa del general Juan Domingo Perón. El diseño estaría basado en el boceto de un billete de cinco pesos que iba a emitirse tras la muerte de Evita por cáncer en 1952, truncado tras el derrocamiento de Perón en 1955. El boceto se preservó gracias a que fue escondido por empleados de la Casa de Moneda, pues la llamada Revolución Libertadora, dictadura que se extendió entre 1955 y 1958, prohibió y ordenó destruir todos los símbolos peronistas, incluyendo las imágenes del general y su esposa.

A Felipe Pigna el billete le parece una buena idea “sobre todo si reemplaza al de cien pesos que lleva la cara de Julio Argentino Roca”, presidente y militar a quien la nueva historiografía describe como genocida por ser el principal impulsor de la aniquilación del pueblo mapuche de Argentina en la llamada Campaña del Desierto. Historiador popular y mediático, con afán divulgador, Pigna presenta Evita, jirones de su vida, una “biografía muy completa” que llegará a España a finales de este año y que no acaba con el fallecimiento, sino que analiza el legado político y explica las esperpénticas peripecias que sufrió el cadáver, embalsamado por el médico español Pedro Ara.

Pigna afirma que encasillar a Evita como mito opaca su obra. “Hay que tener cuidado con la palabra mito, la oligarquía argentina está acostumbrada a tratar de mito a los personajes populares, ya sea Evita, Gardel o Maradona”, dice el historiador en entrevista con La Vanguardia. “Además, es injusto decir que el mito de Evita tiene que ver con el hecho de que muriera joven, con sólo 33 años”, añade. “Su obra es realmente impresionante y no se le perdona que planteara y llevase a cabo una ruptura, un cambio muy profundo, que mejoró las condiciones de vida de la gente pobre”, continúa.

Para Pigna, el asistencialismo de Evita respondía a una “sincera decisión de ayudar” y “devolverle a la gente todo lo que le habían robado”. El biógrafo asegura que entendía ese asistencialismo como “transitorio”, pues creía que “la redistribución social por vía salarial tardaría y, mientras tanto, debía solucionar los problemas urgentes de la infancia o la sanidad”. El historiador destaca esa “acción social” y la implantación del “derecho de voto femenino” en 1947 como sus grandes legados.
En la construcción del mito tuvo que ver mucho el gran aparato de propaganda de los dos primeros gobiernos de Perón (1946-1955), pero hubo alguien que también contribuyó a esa mitificación. En 1995 el genial escritor argentino, Tomás Eloy Martínez, fallecido hace dos años, publicó Santa Evita, donde noveló la vida de quien fuera nombrada por el Congreso como Jefa Espiritual de la Nación poco antes de fallecer. En Santa Evita, Martínez eleva a un verosímil realismo mágico el rocambolesco periplo de la momia.

Al margen de la ficción, siguiendo órdenes del general y presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu, el cadáver fue sacado en 1955 por militares de la sede del sindicato peronista, la CGT. Se mantuvo oculto en varios edificios de Buenos Aires, custodiado siempre por el teniente coronel Moori Koenig, a quien la leyenda atribuye una enfermiza obsesión por la momia. Durante una temporada, Koenig tuvo a Evita en su propio despacho y allí la mostraba con orgullo. En 1957, el cuerpo fue enviado secretamente en barco a Italia para ser enterrado bajo nombre falso en el cementerio de Milán. En 1971 fue desenterrado y entregado a Perón, que puso el cuerpo en una habitación de su casa madrileña de Puerta de Hierro, donde estaba exiliado. Perón regresó definitivamente a Argentina en 1973, pero dejó en esa casa el cadáver hasta que en 1974, una vez muerto el general, su tercera esposa, la presidenta María Estela Martínez, “Isabelita”, lo repatrió a Argentina y fue instalado en un mausoleo en la residencia presidencial de Olivos, junto al de Perón: el ataúd del general, cerrado; el de Evita, abierto. En 1976, el dictador Jorge Rafael Videla, que no quería trasladarse a Olivos mientras estuvieran allí los cuerpos, entregó el cadáver a la familia Duarte, que lo llevó a la Recoleta.

Tomás Eloy Martínez era un gran conocedor de Perón, a quien entrevistó durante horas en su exilio de Madrid. “Eva Perón es un producto mío. Yo la preparé para que hiciera lo que hizo. La necesitaba en el sector social de mi conducción y su labor allí fue extraordinaria”, le dijo el general a Martínez.
“Por supuesto que habrá habido una intención de Perón de utilizarla, pero ella construyó un poder propio, e incluso sostuvo discusiones fuertes con el general”, responde Pigna, poniendo como ejemplo que, tras el intento de golpe de 1951, Evita era partidaria de la pena capital para los implicados, mientras que su marido optó finalmente por la clemencia.

Eva Duarte de Perón continúa viva en la política argentina. Prácticamente no hay discurso en que la presidenta Cristina Fernández no se refiera a ella, y su rostro está presente en cualquier acto kirchnerista. “Es natural que una mujer que milita en el peronismo use el nombre de Evita”, justifica Pigna, que recuerda que la esposa de Perón “nunca ejerció ningún cargo público”.
El biógrafo considera que “la resistencia que despertaba Evita entre algunos sectores de la sociedad ha bajado mucho”. Aunque Pigna también desliza críticas a Duarte, a quien responsabiliza de que gran parte de la clase media argentina no apoyara las reformas sociales porque “no estaban de acuerdo con las prácticas autoritarias del peronismo”, movimiento del que la propia Evita se declaraba una “fanática”.
Hoy hace sesenta años que la radio argentina transmitía este mensaje: “Son las veinte y veinticinco, hora en que Eva Perón entró en la inmortalidad”.


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