03 junio 2011

ESCANDALO POLITICO BAJO LAS SÁBANAS...

Foto: Fuente externa
Señalero

JORGE ABBONDANZA


La peor caída es la que se produce desde gran altura. Lo aprendió en carne propia Dominique Strauss-Kahn cuando fue acusado de abuso sexual por una mucama africana del hotel donde se alojaba en Manhattan. Y así el francés de 62 años cayó desde su despacho de director ejecutivo en el Fondo Monetario Internacional a la celda de una cárcel neoyorquina y luego al arresto domiciliario, porrazo que tuvo dos consecuencias. Multiplicó la fama mundial del personaje a través de una inmensa cobertura periodística y aniquiló su carrera política, catorce años después de ser ministro de Finanzas y unos meses antes de convertirse en candidato a la presidencia de Francia por el Partido Socialista para las elecciones de 2012.
El escándalo es uno de los mejores platos en el banquete donde la gente saborea intimidades ajenas, pero se convierte en un verdadero manjar cuando esas intimidades son sexuales. El que ha servido Strauss-Kahn no es el primero, sino que se agrega al menú donde ya figuraban el caso de Roman Polanski con una menor en Hollywood, el de Bill Clinton con una estudiante en la Casa Blanca, el de Fernando Lugo con una sirvienta en el obispado de San Pedro, el de Silvio Berlusconi con varias amiguitas en sus fiestas de Milán. Para un mundo todavía puritano, no hay noticia más tentadora que la que se descubre al levantar las sábanas.
Lo lamentable no es que Strauss-Kahn esté pagando cara su erotomanía, de la que ya había indicios anteriores, sino que se la haga pagar a su familia y también a su colectividad. Hace dos años, cuando se destapó el gigantesco fraude cometido por Bernard Madoff, un escritor israelí bromeó amargamente sobre el caso diciendo que era "el sueño dorado de un antisemita". Ahora, el episodio de Strauss-Kahn puede ser otro de esos sueños, y no solamente por él sino también por su tercera mujer, la célebre entrevistadora de televisión Anne Sinclair, que ha asumido valerosamente la solidaridad con el procesado.
Cuando ella nació en 1948 se llamaba Anne Schwartz, pero un año después su padre adoptó legalmente el apellido Sinclair, que había sido su nom de guerre en la Resistencia bajo la ocupación alemana. Por el lado materno, Anne es nieta del marchand Paul Rosenberg, que fue uno de los primeros promotores de Picasso, y es hija de Miche-lle, que fue modelo del pintor. De ese abuelo Anne ha heredado la fortuna que en estos días le permite hacer frente a los gastos millonarios que exige la defensa de su marido. Pero es improbable que esa prestigiosa genealogía sea debidamente estimada, sobre todo en un país como Francia, que no ha enterrado por completo los fantasmas del caso Dreyfus ni los del Velódromo de Invierno.
Por algo ella se ilusionó con la eventual candidatura presidencial del marido "para demostrar que 75 años después de Léon Blum, los franceses son capaces de votar a un judío". Ahora esa posibilidad se ha perdido.

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