06 noviembre 2007

SOCORRISTAS DE ESTADOS UNIDOS CUENTAN SUS HISTORIAS EN REPUBLICA DOMINICANA....









PELIGRO
María Isabel Soldevila - 11/6/2007
LISTIN DIARIO
HAN PARTICIPADO EN LAS LABORES DE RESCATE EN EL BAJO YUNA ESTA SEMANA
.-SANTO DOMINGO.-

Mike Heixmer tiene 23 años. Se sonroja cuando dice emocionado que ser guardacostas es el mejor trabajo del mundo. Hace cinco años y medio quería ser bombero, lógico si se piensa que, luego del 11 de septiembre, los apagafuegos eran los héroes nacionales de su país, los Estados Unidos. En ese momento, a los 18 años, no podía imaginarse que estaría en República Dominicana, tras los embates de una tormenta, y que le tocaría rescatar de las aguas a una mujer embarazada y mucho menos que la mujer entraría en labor de parto en el helicóptero HH-65 Dolphine en el que hace sus labores de rescate. El bebé no nació en el aire, y tan concentrado estaba Heixmer en sus labores que no recuerda dónde ocurrió el salvamento. Su equipo ha estado trabajando en Arenoso, Villa Riva y El Mango, todos en la zona crítica de influencia del río Yuna.

Heixmer viene de una base en Clearwater, Florida, pero otros en su equipo llegaron de la Guardia Costera de Puerto Rico. Todos se ríen al escuchar que la fama de los guardacostas aquí no es muy buena, que en el país les conocen por parar las yolas que van a Puerto Rico. “También salvamos vidas en el mar, cuando rescatamos a los que vienen en yolas que se voltean”, dice Rodney Ríos, de 36 años, 14 de los cuales ha pasado como guardacostas. Es piloto de uno de los siete helicópteros de rescate que el gobierno de los Estados Unidos ha aportado luego del paso de la tormenta Noel.

TESTIMONIOS
Historias de peligro Eric Bednorz, también socorrista nadador, conoce bien el Canal de la Mona. Como nadador, es el miembro del equipo que más se acerca a las víctimas, a quienes tiene que sacar del agua y luego dar asistencia médica. Su entrenamiento le permite estar media hora en el agua en las más difíciles condiciones, rescatando víctimas de naufragios o fenómenos naturales como la tormenta tropical Noel.

A Bednorz, de 30 años y con 12 como guardacostas, le tocó realizar un rescate extremo en La Reforma, al sureste de Arenoso, hace un par de días –los chicos han perdido la noción del tiempo, cada día es una sucesión de vuelos, de agua, de gente desesperada en techos, ramas, ríos, de gente que se engancha al helicóptero tratando de asir un escape–.

Estábamos mirando los lugares donde debíamos llevar la comida, y de reojo vi un hombre que estaba hundido hasta las axilas. Parecía que estaba caminando, pero, al verlo mejor, me percaté de tenía amarrados debajo de los brazos dos galones de cloro para mantenerse Rodney Ríos, piloto; Eric Bednorz, nadador socorrista, y Donnie Brzuska, delegado de asuntos públicos participan en las labores de rescate de damnificados de la tormenta Noel. a flote”, recuerda Bednorz.

“Primero pensamos que estaba atorado en el lodo, entré al agua, pero no se veía absolutamente nada de lo turbia que venía. Traté de entender por qué no se movía, comencé a palparlo y me di cuenta de que tenía una cuerda alrededor de la cintura. En mis propias piernas, al moverme, sentí un alambre de púas enroscarse, como parte de una verja”.

Lo que mantenía al hombre inmóvil resultó una sorpresa para Bednorz y su equipo: “lo que tenía atado a su cuerpo era una funda con todas sus pertenencias, una especie de saco de los que se usan para cargar papas, o cebollas y la razón por la que se había quedado atascado era que la soga, de unos seis pies, con la que tenía amarrado el saco, se había enredado en el alambre de púas”.

Para sacarlo, Bednorz haló la cuerda hasta romperla, y logró subirlo al helicóptero. Escenas de desesperación Donnie Brzuska estudió periodismo y hace las veces de cronista militar. Con cámara en mano, sube cada día al helicóptero a registrar escenas del trabajo de todos los días.

“Quiero contar la historia de los dominicanos en esta tragedia”, dice Brzuska, la historia de “gente desesperada en una situación desesperante”. Su cámara también filmó episodios de otra situación de desastre: Nueva Orléans, luego del paso del huracán Katrina, en 2005.

Algunas imágenes de esa catástrofe las volvió a ver aquí: gente sobre los techos, agua por todos lados. “Aunque no es comparable”, dice. No saben cuánto tiempo estarán aquí, eso depende de sus superiores, los que planifican. “Hasta que nos necesiten”, coinciden todos, amantes de un trabajo de riesgo que les permite irse a la cama con la rica sensación de haber salvado vidas.

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