29 agosto 2013

OBAMA AFRONTA RESISTENCIAS Y DUDAS ANTE EL ATAQUE A SIRIA

 

La reunión de miembros del Gobierno con representantes del Congreso es uno de los últimos trámites antes de los ataques

 
El mandatario estadoundiense, durante un acto público esta semana. / MICHAEL REYNOLDS (EFE)
 
Enfrentado a dudas crecientes sobre la legitimidad y oportunidad del ataque previsto sobre Siria, Barack Obama enviará este jueves a los principales responsables de seguridad de su Gobierno al Congreso para presentar las pruebas sobre el uso de armas químicas por el régimen de Bachar el Asad, así como detalles de los planes militares para responder de forma limitada. Se espera que esas pruebas o parte de ellas sean posteriormente puestas en conocimiento del público.
Ese es uno de los últimos trámites previstos para dar inicio a los ataques, que están pendientes también de la finalización de los trabajos de los inspectores de la ONU en Siria y de la evolución de los problemas políticos del primer ministro británico, David Cameron, para obtener el respaldo del Parlamento.
También en Washington Obama ha encontrado resistencia en el Congreso. Más de un centenar de miembros de la Cámara de Representantes, la mayoría republicanos pero también algunos demócratas, han dirigido una carta a la Casa Blanca en la que exigen una votación sobre los propósitos del presidente en Siria. Existe un debate no resuelto sobre si Obama está obligado constitucionalmente a solicitar permiso del Capitolio antes de proceder a un ataque, pero varios otros presidentes no lo han creído necesario en situaciones similares en el pasado y tampoco ahora parece que Obama esté dispuesto a someterse a un debate que, conociendo los antecedentes de muchos republicanos en la Cámara, bien podría degenerar en una lista de condiciones sobre la reforma sanitaria o cualquiera otra de las obsesiones de la oposición conservadora.
Como solución de compromiso, Obama ha optado por enviar al secretario de Estado, John Kerry, de Defensa, Chuck Hagel, a la consejera nacional de Seguridad, Susan Rice, y a otros responsables de la inteligencia y del Pentágono para que comparten con los principales responsables de ambas cámaras los datos de los que dispone la Administración.
La Casa Blanca confía en que eso será suficiente como para satisfacer las sospechas que en este momento confiesan algunos congresistas, empezando por el presidente de la Cámara, John Boehner, bien de que la operación militar obligue a Estados Unidos a involucrarse en una nueva guerra en Oriente Próximo, o bien de que el ataque sea tan limitado que no tenga el menor impacto en el comportamiento del régimen sirio.
Junto a esa gestión, el Gobierno norteamericano parece también dispuesto, obligado por el retraso que representa el debate parlamentario en Londres, a darle algo más de tiempo a Naciones Unidas, aunque sin vincular su decisión final a las resoluciones que adopte o deje de adoptar ese organismo. Los inspectores podrían terminar su trabajo en Damasco este viernes y regresar a Nueva York el sábado, por lo que ese mismo día o el domingo podrían informar de sus resultados al Consejo de Seguridad. Si sus conclusiones fueran contundentes, lo que no es probable, aún cabría una posibilidad de votar una resolución que permitiera el uso de la fuerza. Pero si el informe final de los inspectores deja lugar a interpretaciones, como se espera, EE UU se vería obligado a actuar sin esa luz verde, algo que tanto EE UU como el Reino Unido y Francia han advertido que harán.
En todo caso, y siempre a la espera del calendario parlamentario británico, eso llevaría el hipotético inicio de los bombardeos hasta comienzos de la próxima semana. Aunque no se descarta oficialmente, parece muy improbable que EE UU actuase antes sin la compañía del Reino Unido.
Esta demora en el ataque puede servir para convencer a quienes piden que se agoten los recursos diplomáticos y los esfuerzos para dotar a la operación de la mayor legitimidad posible. Pero, al mismo tiempo, está sirviendo para incrementar las dudas y anticipar los escenarios más catastróficos.
En una entrevista el miércoles, Obama insistió en que “no nos vamos a meter en un largo conflicto, no vamos a repetir Irak”. Prometió que se actuará “de forma clara, decisiva, pero limitada”. Sin embargo, eso no responde a las múltiples preguntas que han empezado a circular: ¿Qué ocurre que Siria ataca Israel o Turquía? ¿Qué pasa si Asad ha ocultado armamento químico en algunos de los lugares que son atacados? ¿Qué sucede si se ven afectados los barcos rusos que hay en la zona? ¿Cómo pueden reaccionar Irán o Hezbollah? Y la peor de todas las preguntas: ¿Qué pasa si después se demuestra que son los rebeldes los que han usado las armas químicas?
Todas esas dudas son la demostración de la gran complejidad del ataque que está a punto de producirse. Desde el principio se supo lo comprometida que era una intervención en Siria, y por eso Obama se ha estado resistiendo durante más de dos años. Pero ahora, después de que, de acuerdo a los datos de la inteligencia de varios países, Asad cruzase la línea roja marcada por el presidente, su credibilidad y la de EE UU están en juego. Y ahora, por tanto, no le queda más remedio que aceptar esos peligros y confiar en que los planes militares estén bien hechos y en que las amenazas de Damasco y Moscú no sean más que meras bravuconadas.

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