Dos paquistaníes trasladan a una de las víctimas del atentado. Al fondo, la fachada en llamas del hotel Marriott, en el centro de Islamabad.
AFP - 21/09/2008
AFP - 21/09/2008
Ofensiva terrorista en Pakistán
Un camión bomba mata a 60 personas al explotar ante el hotel Marriott
ÁNGELES ESPINOSA - Teherán - 21/09/2008
El último órdago de Al Qaeda contra el Gobierno de Pakistán dejó ayer al menos 60 muertos y dos centenares de heridos cuando un camión bomba estalló ante uno de los principales hoteles de Islamabad, el Marriott. El atentado, el más grave sufrido por la capital paquistaní, se produjo horas después de que el nuevo presidente del país, Asif Ali Zardari, se comprometiera ante el Parlamento a seguir apoyando a EE UU en su guerra contra el terrorismo, algo a lo que se oponen tanto los islamistas como una buena parte del estamento militar. El ataque, en pleno distrito gubernamental, evidencia una importante brecha de seguridad y sin duda va a polarizar aún más a los paquistaníes.
La explosión dejó un cráter de entre seis y 10 metros de profundidad
Algunas de las víctimas son ciudadanos extranjeros
Acababa de terminar la oración de la tarde y las calles de Islamabad se habían sumido en el silencio que a lo largo de todo el mundo islámico precede a la ruptura del ayuno de Ramadán. Justo entonces, una potente explosión sacudió la capital y la tranquilidad de sus residentes. La detonación pudo oírse hasta 10 kilómetros del Marriott, uno de los dos únicos hoteles internacionales, situado en el centro de la ciudad, a escasa distancia del Palacio Presidencial y del Parlamento. Enseguida las sirenas de las ambulancias y de los coches de policía se superpusieron a los gritos de pánico y a las invocaciones a Dios.
Algunas de las víctimas son ciudadanos extranjeros
Acababa de terminar la oración de la tarde y las calles de Islamabad se habían sumido en el silencio que a lo largo de todo el mundo islámico precede a la ruptura del ayuno de Ramadán. Justo entonces, una potente explosión sacudió la capital y la tranquilidad de sus residentes. La detonación pudo oírse hasta 10 kilómetros del Marriott, uno de los dos únicos hoteles internacionales, situado en el centro de la ciudad, a escasa distancia del Palacio Presidencial y del Parlamento. Enseguida las sirenas de las ambulancias y de los coches de policía se superpusieron a los gritos de pánico y a las invocaciones a Dios.
Las versiones sobre lo ocurrido difieren. Testigos entrevistados por las televisiones locales aseguraban que el camión se paró frente a la verja del hotel y estalló. Sin embargo, algunos supervivientes relataron que hubo una primera explosión y que luego el vehículo se lanzó contra la barrera de seguridad que desde la ola de atentados de 2002 se ha hecho habitual ante los principales edificios de Islamabad. Anoche tampoco estaba claro si se había tratado de una operación suicida o si el conductor había saltado de la cabina antes de detonar la carga.
El dueño del hotel, Sadruddin Hashwani, aseguró que los guardias de seguridad habían parado el camión en la verja e intercambiado disparos con su conductor. "Les dispararon, uno de los guardias respondió y entretanto [el atacante] detonó los explosivos. Todos los guardias de la entrada resultaron muertos", declaró citado por la agencia Reuters.
La deflagración dejó un cráter de 20 metros de diámetro y entre seis y 10 de profundidad. La onda expansiva arrancó ventanas y puertas, hundió los falsos techos y provocó el incendio de la fachada principal que, luego debido a un escape de gas, se extendió a todo el edificio. Algunos huéspedes saltaron desde los balcones. Varias horas después, ya entrada la noche, los bomberos seguían luchando contra las llamas y temían que el hotel se viniera abajo. Ninguna fuente era capaz de determinar cuántas personas seguían atrapadas en su interior.
Antes de que nadie reclamara la autoría de la matanza, todas las miradas estaban puestas en Al Qaeda. En las últimas semanas, ese grupo terrorista ha lanzado una sangrienta campaña de atentados en represalia por las operaciones de las fuerzas de seguridad paquistaníes contra sus militantes, que se esconden en las regiones lindantes con Afganistán. Desde que los bombardeos estadounidenses les expulsaron de ese país en 2001, los seguidores de Osama Bin Laden han encontrado refugio entre las tribus pastunes de Pakistán, cuyas simpatías con el derribado régimen talibán han sido alentadas por los servicios secretos paquistaníes.
A pesar de que, tras el 11-S, el Gobierno de Islamabad se comprometió ante EE UU a combatir a los terroristas, el entonces presidente no fue capaz de cumplir su palabra. Como todos los dictadores militares que le precedieron, el general Pervez Musharraf siguió viendo a los extremistas islámicos como una baza para azuzar a la India en Cachemira. Así que sus fuerzas se libraron a un peligroso juego: capturar a los militantes de Al Qaeda (en su mayoría árabes y otros extranjeros) y seguir cortejando a los terroristas locales que amparaban a aquéllos. Su reciente dimisión y la elección de Zardari hacen esperar un mayor empeño en acabar con esa ambigüedad.
De hecho, EE UU ha empezado a presionar en ese sentido con operaciones anti Al Qaeda dentro de territorio de Pakistán, lo que el pasado lunes estuvo a punto de provocar un choque cuando el Ejército de ese país disparó contra las tropas norteamericanas. La injerencia ha puesto en una difícil situación a Zardari, viudo de la asesinada Benazir Bhutto y hombre que cuenta con la confianza de Washington. El nuevo presidente se vio obligado a declarar durante su primera comparecencia ante el Parlamento que no va a tolerar "la violación de la soberanía e integridad territorial por parte de ninguna potencia". El atentado que se produjo unas horas después deja claro que eso no es suficiente.
La provocación, en pleno distrito gubernamental, demuestra que los terroristas cuentan no sólo con medios, sino con buena información. La cadena privada de televisión paquistaní Geo aseguró que en el hotel se habían congregado varios centenares de personas para asistir a una recepción convocada por la presidenta del Parlamento, Fehmida Mirza, pero en el caos que siguió a la explosión nadie pudo confirmar este extremo.
Sí pudo establecerse que algunas de las víctimas eran ciudadanos extranjeros. Al menos un diplomático danés y tres ciudadanos estadounidenses se encontraban entre los heridos, según el diario Dawn. El Marriott ha sido desde su inauguración un lugar de cita habitual de la pequeña colonia occidental de Islamabad porque su discoteca tiene una de las escasas licencias para la venta de alcohol de todo Pakistán. Sólo los extranjeros no musulmanes tenían permitida la entrada a The Bassment, un tugurio que se hizo muy popular entre los periodistas que cubrieron la campaña norteamericana contra los talibanes en 2001. Hace cuatro años, un suicida se hizo estallar justo a sus puertas y mató a un guardia de seguridad que intentó frenarle.
El Ministerio de Exteriores español no tenía anoche constancia de que ningún nacional se encontrara entre las víctimas de ayer.
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