La semana más trepidante de la reciente historia política norteamericana ha culminado esta madrugada de forma decepcionante. Ninguno de los dos candidatos a la presidencia supo hallar esta madrugada el tono y la intensidad que requiere la grave situación que atraviesa Estados Unidos, ni en la parte del debate dedicada al rescate de la maltrecha economía, ni en la discusión sobre política exterior, territorio en el que Estados Unidos se enfrenta a un declive y a una falta de autoridad alarmantes.
La falta de dirección y liderazgo de la que está dando muestras George W. Bush, principalmente en las últimas horas, parece haberse transmitido también a los dos candidatos a sucederle, que no han sabido dar la medida de la complicada posición de su país. Como si no hubieran escuchado los discursos, alarmados de los amigos y regocijados de los enemigos, pronunciados esta semana en Naciones Unidas acerca de la amenaza que supone para el mundo la crisis financiera nortamericana. Sin enterarse de que dos de los más sólidos amigos de Estados Unidos en Europa, el presidente Sarkozy y la canciller Merkel, han expresado públicamente el disgusto por los errores cometidos por Washington en la desregulación de su economía financiera.
La distancia entre la trepidación de la vida política y mediática y la forma previsible y pautada de responder de los dos candidatos es más extraña si se tiene en cuenta que ambos acaban de llegar de Washington donde han participado en las reuniones con los congresistas de ambos partidos y con el Gobierno, presidente y secretario del Tesoro, para intentar acordar el plan de salvación, unas reuniones que han estado cargadas de tensión y de momentos de gran aspereza entre los asistentes. Se diría que los dos candidatos son más que nunca los primeros actores de un guión cuidadosamente dirigido y escrito por los equipos de campaña, de forma que les cuesta improvisar y aportar el énfasis y el dramatismo personal que proporciona un plus de autenticidad y de liderazgo.
El terremoto financiero va por un lado, y las estrategias de campaña por el otro, un esquema que si persiste confirmaría que el deterioro del liderazgo norteamericano está mucho más arraigado en el fondo de la vida política de lo que se pensaba y haría temer por la dificultad para recuperar el terreno perdido por parte del próximo presidente, sea quien sea. Esta dificultad para conectar con el pulso de la realidad es más perjudicial para Obama que para McCain. Quien debe aportar aire fresco y renovación es el joven senador por Illinois. Por algo ha escogido el cambio en el que creer como eslogan y motivo.
Para el veterano McCain, muy cómodo en su traje de ex prisionero de guerra y de senador preocupado por la seguridad nacional, el viejo guión de la fortaleza militar norteamericana y del orgullo patrio funcionan a la perfección para su mensaje y para la consolidación de su público. Corresponde a la idea que se ha hecho Estados Unidos en el siglo XX, momento álgido de su hegemonía. El horizonte de cómo debe ser el mundo en el siglo XXI para los norteamericano, en cambio, se escapa del discurso de Obama, demasiado reactivo frente al republicano.
Si hubiera que dar vencedor a alguien, yo no tendría duda. Siendo un mal debate para ambos, en el que ninguno de los dos ha estado a la altura de las circunstancias difíciles que atraviesa el país, McCain es quien ha estado más cómodo, pugnaz y agresivo. Ha hecho pasar muy bien el mensaje que le convenía, de buen conocedor de la política exterior y de político preocupado por la seguridad de sus conciudadanos, ha hecho valer su experiencia y ha sabido subrayar los defectos de su adversario.
Obama, por su parte, ha encajado con elegancia y frialdad excesivas los ataques de que ha sido objeto. Nadie le reprochará que haya perdido los nervios, pero tampoco que se haya dedicado a hacérselos perder al otro candidato. Lo mejor de sus reacciones en pleno intercambio de golpes es su sonrisa tranquila y abierta, algo que suscita la máxima simpatía pero no se sabe muy bien si sirve para alcanzar la Casa Blanca. En este contraste entre la agresividad de uno y las buenas formas del otro se ve también la mano de los equipos de campaña: la acción marrullera de Rove y sus chicos se ha notado de forma brutal esta semana en la campaña de McCain, y probablemente con resultados positivos en unas encuestas que iban pintando mal para ellos estos días: se verá en las próximas horas.
Nota: Las negritas son nuestras
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